• Asignatura: Historia
  • Autor: espinozasaucedomaria
  • hace 8 meses

México y la diplomacia durante la guerra fria que es

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Respuesta dada por: johannahuerta2020
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El propósito de Las relaciones exteriores de México, como señala su autora, es proveer “una historia breve [...] dirigida a un público general”. El libro revisa casi dos siglos de la historia diplomática de México en un marco global y argumenta que “los dos objetivos constantes de la política exterior de México han sido: en primer lugar, afirmar su soberanía y su identidad; en segundo, buscar los recursos económicos y humanos para acelerar su desarrollo, una vez consolidada su forma de gobierno republicana y federal”. Para fundamentar dicho argumento, Roberta Lajous narra múltiples incidentes ocurridos en México lo mismo que en Estados Unidos, Europa, Japón o donde sea relevante al caso. El resultado es un trabajo nutrido y probablemente destinado a tener mucho éxito como libro de texto en clases introductorias a las relaciones exteriores de México. Pero, ¿qué van a aprender los estudiantes de este libro? Y, al mismo tiempo, ¿qué no van a aprender?

En las primeras décadas después de la Independencia, el Estado mexicano se encontraba en una posición débil frente al poder de los imperios europeos. Sin embargo, la pérdida territorial más significativa durante dicho periodo resultó de la guerra contra Estados Unidos entre 1846 y 1848. A partir de ese punto –e incluso tomando en cuenta las futuras intervenciones de países europeos–, quedó claro que las relaciones bilaterales con Estados Unidos llegarían a ser las más importantes con las que México tendría que lidiar. Si bien la frase atribuida a Sebastián Lerdo de Tejada, “Entre el poderoso y el débil, el desierto”, resume el temor incubado durante aquellas décadas, lo cierto es que México también desarrolló leyes, instituciones e intereses para minimizar las amenazas a su soberanía. Ese deseo pragmático encontró expresión en la célebre frase de Benito Juárez: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.”

Proteger la soberanía de México a la sombra del poderoso país vecino, y a la vez canalizar la inversión económica estadounidense y controlar el movimiento de migrantes, era una tarea difícil. El capítulo más vívido del libro atiende el Porfiriato, cuando empieza a vislumbrarse una coyuntura más o menos moderna de ese conjunto de problemas que durarán más de un siglo. Aquí podemos observar una política contradictoria, que necesita atraer inversión extranjera para garantizar la modernización y que, al mismo tiempo, quiere proteger la soberanía amenazada por esa misma inversión. México actúa como un imperio por derecho propio, interviniendo en Centroamérica para evitar daños a sus intereses y su prestigio. Con la Revolución y la Constitución de 1917, llegamos a la articulación de la doctrina Carranza: “Igualdad soberana de los Estados; no intervención en asuntos internos; igualdad de mexicanos y extranjeros ante la ley, y búsqueda de la paz y la cooperación internacionales a través de la diplomacia.” Principios que, según Lajous, han guiado las relaciones exteriores de México desde entonces. (Aunque se podría decir que, como otros legados de la Revolución, la ruptura con el pasado no fue tan grande como parece a primera vista.) Desde este punto de vista, el libro esboza los logros de la diplomacia mexicana en el siglo XX, pasando por las guerras mundiales, la Guerra Fría, las negociaciones centroamericanas de los años ochenta, y la era más reciente de integración y de los tratados de libre comercio. El México que emerge del siglo XX defiende sus intereses con éxito por medio de instituciones multilaterales, enriquece su vida cultural con la aceptación de los refugiados políticos de otros países, y mantiene la vigencia constitucional. No es poca cosa.

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