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en si Pues el desamor, la rutina, el vacío existencial. Después de todo, Gregorio Samsa comerciaba con telas, casi no hablaba con los clientes y éstos se mostraban un tanto prepotentes, en su casa la señora lo recibía con quejas y reclamos de que el dinero no alcanzaba y los hijos, ¡no podía con ellos! Los hijos no lo quieren, se sientan a la mesa y todos hablan menos él.
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