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Respuesta:
Dos veces nacemos, por decirlo asi: una para existir, y otra para vivir; una para la especie, y la otra para el sexo.
Respuesta:
Dos veces nacemos, por decirlo asi: una para existir, y otra para vivir; una para la especie, y la otra para el sexo. Sin duda yerran los que tienen á la muger por un hombre imperfecto; pero la analogía esterior está por ellos. Los niños de ámbos sexos ninguna apariencia que los distinga tienen hasta la edad nubil: el mismo rostro, la misma figura, el mismo color, la misma voz; en todo son iguales: las niñas son criaturas como los niños, y este mismo nombre basta para calificar á seres tan semejantes. Los varones en quienes se impide el desarrollo ulterior del sexo, conservan toda su vida esta conformidad, y siempre son niños grandes; y las mugeres que no la pierden, parecen bajo muchos aspectos no ser jamas otra cosa.
Explicación:
Pero generalmente el hombre no está destinado á permanecer en la infancia. Sale de ella al tiempo prescrito por la naturaleza, y este momento de crisis, aunque bien corto, tiene influencias muy largas.
Asi como el bramido del mar precede de lejos á la tempestad, asi esta tempestuosa revolucion se anuncia por el murmullo de las nacientes pasiones. Una sorda fermentacion avisa de que el peligro se acerca. Mudanza en el genio, frecuentes enfados, una continua agitacion de ánimo, hacen casi indisciplinable al niño: se hace sordo á la voz á que ántes era dócil; es un leon con la calentura. A los signos morales de un genio que se altera se unen mudanzas sensibles en su figura. Se desenvuelve su fisonomía, y se imprime en ella un carácter: el vello suave que crece bajo sus mejillas pardea y toma consistencia: muda su voz, ó mas bien la pierde: no es niño ni hombre, y no puede tomar el tono de ninguno de los dos. Sus ojos, los órganos del alma, que hasta aquí nada han dicho, adquieren lenguage y espresion: un fuego naciente los anima; sus miradas mas vivas tienen todavía una santa inocencia, pero no su primera simplicidad:
siente ya que pueden decir demasiado: principia á saber bajarlos y á sonrojarse: se hace sensible ántes de saber lo que siente: está inquieto sin motivo. Todo esto puede venir lentamente y dejaros todavía tiempo; pero si su vivacidad se hace demasiado impaciente, si su arrebato se convierte en furia, si de un instante á otro se irrita y se enternece, si vierte lágrimas sin motivo, si cerca de los objetos que empiezan á ser peligrosos para él, se agita su pulso y sus ojos se inflaman, si la mano de una muger puesta sobre la suya le hace estremecer, si se turba ó se intimida cerca de ella, ¡Ulises, sabio Ulises! guardate; las odres que cerrabas con tanto cuidado estan abiertas, y los vientos desencadenados; no dejes un momento el timon, ó eres perdido.