• Asignatura: Historia
  • Autor: zmaldonadomoreno
  • hace 5 meses

que poder tuvo la iglesia al inicio de la republica


notalora40: El artículo ofrece una mirada sobre el papel de la Iglesia católica en el
proceso de formación del Estado-nación en la Colombia del siglo XIX, a
través de tres períodos. Un primer período, entre 1810 y 1853, cuando
se produjo la participación activa de los miembros de la Iglesia en los
procesos de independencia (1810 y 1824)

Respuestas

Respuesta dada por: jhonnierrodrigueztel
2

Respuesta:

Las investigaciones apuntan a que el papel desempeñado por el clero en la Independencia fue decisivo, pues contribuyó a la movilización y reclutamiento de personas (debido a su notable influencia en las gentes); llegaron incluso a servir como capellanes y jefes militares xd

Respuesta dada por: zamblox92
0

Respuesta: La Historia religiosa del Ecuador divídese, a partir del movimiento inicial de la Emancipación (1809), en tres períodos sustancialmente diversos: el de la confusión de los dos Órdenes, espiritual y temporal, qué se caracteriza por el predominio del cesarismo político en la esfera eclesiástica y por el imperio irrestricto del patronato que se arroga el Estado; el de la armonía entre la Iglesia y el Poder Civil y el mutuo respeto (no sin algunas vicisitudes) de sus respectivas soberanías; y el de la separación entre las dos Potestades.

El primer período, mera continuación de la época colonial, va hasta 1862, año en que se celebró el Concordato entre Pío IX y la República, gracias a la enérgica y genial intervención del mayor de nuestros estadistas; don Gabriel García Moreno, quien con su incontrastable voluntad cambia y endereza todo el rumbo de nuestra patria. El segundo se extiende hasta 1895, en que triunfa el liberalismo, el cual si bien al principio aparece empeñado en mantener la unión y el Concordato, y luego, mudando de táctica para dominar a la Iglesia; en aferrarse al viejo absolutismo patronal, acaba por la separación y la proclamación de la igualdad ante la ley de los cultos, aun sin su cabal libertad.

Dentro del primer período, si se suceden unos a otros los hombres, se mantiene uniforme el criterio regulador de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Así, los llamados períodos de las luchas por la Libertad,   —XVIII→   colombiano, floreano o marcista, no son, en lo religioso, sino subdivisiones de aquel, que no traen ideal nuevo, signo distintivo alguno. Todos son hijos del regalismo. La República que, en lo político, había roto con la Metrópoli, no vacilaba en decirse su heredera en cuanto al ejercicio de la tutela patronal, tutela sin cargas y que cada día extendía en provecho del tutor, no de la humillada pupila, sus usurpadas ventajas. Por fortuna, el cesarismo no alcanzó a debilitar la fe del pueblo, a quitarle el mejor de sus tradicionales blasones.

Este volumen, por razón de la unidad de la materia, debería, pues, ir hasta 1862, o sea abrazar todo el primer período; mas, su ya considerable extensión y la dificultad con que, por nuestras actuales ocupaciones, tropezamos para redactar la parte que aun falta, nos obligan a detenernos en 1845. El segundo, Dios mediante, avanzará hasta 1875.

Nuestro anhelo fue entregar a la luz pública ambos volúmenes a la vez, a fin de que aquellos a quienes sorprendiere, y acaso escandalizare, la decadencia eclesiástica del primer período, pudieran seguidamente admirar la estupenda reforma intelectual y moral que, en pocos años (como en ningún país americano), realizó la Iglesia, urgida y estimulada por el fuerte brazo de García Moreno.

Y aun antes de esa ascensión gloriosa, en plena decadencia (proveniente de múltiples causas y, principalmente, de la ilegítima intervención del Estado en las cosas espirituales), la Iglesia del Ecuador estuvo entre las primeras de América. Un prelado, Cuero y Caicedo, fue el símbolo del sacrificio por la Patria, el organizador del civismo de nuestro pueblo. Otro, Arteta, el promotor infatigable de la educación pública, la cual sin el concurso abnegado de frailes y clérigos, habría desaparecido de raíz tanta era la inopia del Estado y la escasez de profesores seglares. Un sacerdote ecuatoriano, avecindado en Lima, el doctor José Ignacio Moreno, brilla con extraordinarios fulgores   —XIX→   como defensor invicto del Pontificado. La ortodoxia tiene campeones ilustres, como Araujo, Solano y Carrión. La caridad resplandece en los ilustrísimos señores Lasso de la Vega y Garaicoa. La evangelización cuenta con misioneros de la talla del padre Plaza Ordo Minimorum y de fray Santiago Riofrío Ordo Praedicatorum Decaída o no, la Iglesia ecuatoriana, posee títulos imperecederos a la alabanza y reconocimiento nacionales.

En esta obra, como en las anteriores nuestras, hemos procurado seguir las huellas de los grandes historiadores católicos. Decir la verdad, toda la verdad, con sinceridad y rectitud: tal ha sido nuestro lema. No hemos ocultado nada de cuanto podía contribuir al cabal esclarecimiento de la fisonomía de aquella época, de la acción de la Sociedad Espiritual y de sus relaciones con el Poder Público. Libres de todo designio apologético preconcebido, hemos procurado rendir homenaje de justicia a amigos y enemigos de la Iglesia, apreciando imparcialmente sus actos y aun excusando errores con cristiana indulgencia.

Explicación: espero te ayude uwu a, y si te sirvio dame corona plis

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