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Para el historiador de las religiones, el continente americano presenta el interés primordial de haber permanecido aislado del Viejo Mundo desde los orígenes de su población, que oscila entre los 12 000 y 40 000 años.1 Por ende, aparece como un segundo ámbito de experiencias humanas, en el que el estudio de las civilizaciones indígenas puede revelar formas originales de creencias o de ritos. Entre todas las civilizaciones que se desarrollaron en América antes del contacto con los europeos, la civilización maya es una de las más adelantadas y complejas; especialmente brillante desde los puntos de vista intelectual y artístico, es la única que llegó a crear y dominar una verdadera escritura.
2Esta civilización no puede ser cabalmente entendida fuera de su contexto, Mesoamérica, gran área cultural que se extiende desde el centro de México hasta Costa Rica (figura 1). A partir del año 2000 aC, las poblaciones mesoamericanas son sedentarias, lo cual representa una condición esencial para la aparición de sociedades lo suficientemente complejas como para ser llamadas «civilizaciones». Pese a grandes divergencias entre ellas, todas comparten rasgos comunes que confieren unidad al área en cuestión, tanto en el ámbito económico como en las esferas intelectual o artística. Así, en las religiones mesoamericanas en su conjunto, las ceremonias, el culto, la adivinación, dependen estrechamente del calendario, que combina un ciclo solar aproximado de 365 días y un ciclo ceremonial de 260 días; los lugares de culto se hallan a menudo instalados sobre basamentos piramidales escalonados; se sacrifican seres humanos y el autosacrificio ocupa un sitio excepcional, nunca igualado en otras áreas geográficas; las ofrendas de incienso o copal desempeñan un papel primordial; el juego de pelota constituye, antes que un deporte o una práctica lúdica, un rito.
2 Fox 1978.
3El área maya ocupa gran parte del este de Mesoamérica y se define tanto por la distribución de las lenguas de esa familia en el momento de la conquista española, en 1525, como por las construcciones que dejó esa civilización. Este territorio de 342 000 km2 abarca el conjunto de la península de Yucatán, Guatemala, Belice, así como el oeste de la República de El Salvador y de Honduras (figura 2). En la actualidad existen dos millones y medio de hablantes de alguna de las 28 lenguas mayences. La distinción entre los subgrupos de esta familia lingüística (entre los que destacan el huasteco, yucateco y maya meridional) se llevó a cabo durante el Preclásico, entre 2000 aC y 100 dC. Las lenguas de la familia mixe-zoque (una de las cuales era probablemente muy hablada por los olmecas) ejercieron una influencia considerable sobre las lenguas mayas. Durante el periodo Clásico, en las tierras bajas meridionales, Palenque, Dos Pilas, Aguateca y Copán, se hablaban lenguas del subgrupo chol; en Piedras Negras, Yaxchilán, Seibal y Naranjo, así como en el conjunto de la península, se hablaba yucateco.