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Un tercio es independentista. Otro tercio es unionista, se siente tan español como catalán, y en general no quiere el referéndum y comprende que el Estado y su justicia castiguen a los independentistas. El último tercio (los equidistantes) lo componen personas que se sienten sobre todo catalanes, tienen un sentimiento colectivo de nación, aspiran a un cambio, pero desearían que no resultara necesaria la separación, y que la transformación fuera por vías negociadas y democráticas.
Estos se disgustan ante todo tipo de radicalidades de ambos bandos y toleran muy mal actuaciones gubernamentales como las del 1-O, la prisión provisional de políticos o las restricciones a las libertades que se intuyen en actos como los de la final de Copa.
Este tercio va a ser clave. Si el Gobierno patrocinara soluciones políticas acordes con sus aspiraciones, como la reforma constitucional o el referéndum, el independentismo perdería la mayoría absoluta probablemente. Pero el Gobierno, y parte de las restantes instituciones del Estado, parecen sólo preocupados por conquistar y servir al segundo tercio, el unionista. ¿Por qué? Por sus indudables réditos fuera de Catalunya.
¿Y en Catalunya? ¿Cree alguien que, por este camino, el tercio equidistante no acabará en el independentismo? Si ello ocurriera, o mejor dicho, cuando ocurra, game over.