Por qué el ser humano comete errores a pesar de los avances tecnológicos que existen para evitarlos?
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Respuesta:
a humanidad se ha enfrentado siempre a amenazas a su supervivencia global tales como impactos de asteroides y supervolcanes. Y, sin embargo, es posible que los riesgos más graves a los que nos enfrentamos sean resultado de nuestro progreso científico y como civilización. Estamos desarrollando tecnologías de poder sin precedentes, como las armas nucleares o la ingeniería genética. También estamos erradicando especies, cambiando el clima y agotando los recursos del planeta a un ritmo insostenible a medida que crece la población mundial. No obstante, los avances del siglo que viene en ciencia y tecnología también proporcionarán soluciones a muchos de estos grandes retos.
UNA NUEVA ERA DE RIESGO
En los albores del 26 de septiembre de 1983, Stanislav Petrov estaba de servicio en un búnker secreto a las afueras de Moscú. Como teniente coronel en las fuerzas de defensa aérea soviéticas, su labor consistía en supervisar el sistema soviético de alerta temprana ante ataques nucleares. Eran tiempos de gran tensión. Ese mismo mes los reactores soviéticos habían derribado un avión de pasajeros coreano, un incidente que el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, había calificado de «crimen contra la humanidad que nunca se debería olvidar». La KGB había enviado a sus operadores un mensaje táctico urgente que les urgía a prepararse para una posible guerra nuclear.
BBVA, OpenMind. Imponderables tecnológicos: riesgo existencial y una humanidad en transformación. HÉIGEARTAIGH. Chris Jordan, Crushed cars #2, Tacoma (2004). Serie Intolerable Beauty: Portraits of American Mass Consumption. 44 x 62 cmChris Jordan, Crushed cars #2, Tacoma (2004). Serie Intolerable Beauty: Portraits of American Mass Consumption. 44 x 62 cm
El sistema de Petrov informaba de un lanzamiento de misiles de Estados Unidos. Guardó la calma, al sospechar un error informático. El sistema informó entonces de un segundo, un tercer, un cuarto y un quinto lanzamientos. Las alarmas saltaban entre destellos de luces. Petrov tenía «una sensación extraña en el estómago»;1 ¿por qué iba Estados Unidos a iniciar una guerra nuclear con solo cinco misiles? A falta de más información, emitió por radio el aviso de falsa alarma. Más tarde se supo que el destello de la luz del sol en las nubes en un ángulo inusual había disparado el sistema.
No había sido un incidente aislado. A lo largo de la Guerra Fría, la humanidad estuvo al borde de una guerra nuclear a gran escala en muchas ocasiones.2 En algunas, los culpables eran los sistemas informáticos, y la intuición humana la que salvaba la situación. En otras ocasiones, se trataba de un error de juicio humano, pero había otras mentes más serenas que evitaban la guerra termonuclear. Otras veces bastaba una bandada de gansos para disparar el sistema. Nada menos que en 1995, el lanzamiento de un cohete meteorológico noruego provocó que se abriera el maletín nuclear delante del presidente de Rusia, Boris Yeltsin.
Si cada uno de estos acontecimientos representara el lanzamiento de una moneda, una situación en la que unas circunstancias ligeramente distintas —como un oficial distinto en un lugar distinto, con una mentalidad distinta— podían haber desencadenado una guerra nuclear, hemos estado jugándonos la vida durante los últimos setenta años o más. Y con una buena suerte pasmosa.
EL RIESGO EXISTENCIAL Y UNA HUMANIDAD EN TRANSFORMACIÓN
La humanidad ya ha cambiado mucho en el transcurso de su vida como especie. Pese a que desde el punto de vista biológico no somos diametralmente distintos a los humanos de hace 70.000 años, las capacidades que nos otorgan nuestros logros científicos, tecnológicos y socioculturales han transformado el significado de qué es ser humano. Ya sea mediante los procesos agrícolas, la invención de la máquina de vapor, las prácticas de almacenamiento y transmisión de saber e ideas y los mecanismos para un trabajo conjunto y eficaz en grandes grupos, hemos aumentado nuestras capacidades biológicas de un modo espectacular. Podemos levantar objetos más pesados de lo que permite nuestra biología, almacenamos y tenemos a nuestra disposición más información de la que pueden contener nuestros cerebros y resolvemos de un modo colectivo problemas que de manera individual nos resultarían imposibles.
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