• Asignatura: Historia
  • Autor: josuedublinmorato
  • hace 10 meses

¿Cual es el mensaje del cap 22 de la obra sangre de campeon "Sin cadenas"?​

Respuestas

Respuesta dada por: ELDOG2
1

Beky miraba por la ventana de la camioneta, profundamente contristada ante la devastación. Nunca antes imaginó que las fuerzas naturales pudieran tener tanto poder.

—¡Parece como si hubiese habido una guerra! —le comentó a su jefa, quien manejaba el vehículo que transportaba medicamentos—. ¡Cuanta gente se quedó sin casa!

—Sí... —respondió la directora de servicio social—, ¿ya viste las fotos que tomaron las personas de nuestro departamento de investigación?

—No.

—Las traigo en la guantera.

Beky abrió la cajuelita y sacó el sobre. Había impresiones de una enorme torre de luz ladeada sobre las minas de una casa en la cañada. Los muros de la casa seguían en pie, aunque techo, ventanas y puertas habían desaparecido. Una gran cantidad de basura orgánica, entre la que figuraban algunos perros y ratas muertas flotaba en los charcos.

Beky sintió que el estómago se le revolvía. Siguió pasando las fotos y contempló el lodazal remanente del repentino y violento río que desoló el área en aquel barranco. Luego vio fotografías de otras zonas en donde montañas de tierra habían sepultado casas; de niños llorando y de gente desesperada deambulando como zombis entre los despojos del huracán.

Guardó las fotografías en el sobre y se quedó con la vista perdida.

—Cuando hay una catástrofe natural —le dijo su jefa—, los más afectados suelen ser quienes tienen casas improvisadas.

Beky no respondió. Sentía que el corazón se le resquebrajaba sólo de imaginar a su hermano viviendo en esos groseros y sucios espacios arrasados.

—¿Y cómo va el caso de tu padre? —le preguntó la conductora tratando de cambiar el tema.

—Mejor—respondió Beky—, el abogado que me recomendó mi maestra, accedió a ayudarlo.

—¿De verdad? ¿Cómo lo convenciste?

—Insistiéndole mucho. En estos años he comprendido que vivimos en un mundo con reglas. La gente es esencialmente buena, pero, por precaución, suele revestirse de enfado. Si logramos traspasar las barreras, podemos hallar la bondad escondida en cada persona. La clave para lograr eso es comunicarse eficientemente y enseñar, con el ejemplo personal, que vale la pena mostrar nuestro lado bueno.

Llegaron al refugio para damnificados y se bajaron de la camioneta. De inmediato, una mujer morena muy delgada se acercó a ellas y les dijo:

—¡Señoritas, por favor, encuentren a mi hijo! Se lo llevó el agua de la inundación. Debe estar por algún lado. ¡Por favor! Sé que está vivo, pero no dónde. ¡Ustedes pueden ayudarme, deben ayudarme, por lo que más quieran!

—Cálmese, señora —-dijo la jefa de Beky—. ¿Cómo es su hijo?

—Delgado, travieso, de tres años...

Siguió describiendo al pequeño, pero Beky caminó hacia el puesto de socorro y dejó de escuchar.

Había varias mesas de coordinación. En una se recibía la comida y el agua que llegaba en carros del Ayuntamiento, en otra se inventariaba la ropa mandada por voluntarios de la ciudad, en otra se coordinaban enfermeras, médicos y rescatistas.

—Traemos medicinas en la camioneta —anunció Beky.

Dos asistentes fueron de inmediato por ellas.

Beky observó una mesa larga en la que dos psicólogas atendían a la gente. Un joven se acercó y dijo:

—Mi mamá está muy deprimida. No para de llorar. Me dijeron que ustedes pueden auxiliarla.—¡Por supuesto! —contestó una de las psicólogas—, pero tendrá que esperamos. Hay varias personas que nos han solicitado orientación. Estaremos aquí todo el día. Si gusta, puede anotar el nombre de su mamá en esta lista.

Sobre la mesa había una hoja en la que, en efecto, diversas víctimas del huracán se habían anotado con su pufio y letra. Beky vio el registro y pensó, por un momento, que estaba teniendo alucinaciones. Cerró los ojos y volvió a abrirlos.

—Dios mío... —murmuró.

No se trataba de un sueño ni de una visión. En la lista había un nombre escrito con caligrafía inconfundible, trazos redondos, letra de molde y rasgos alargados. Sin necesidad de que leyera las palabras, ella sabía quién las había escrito. Aún así, le arrebató la hoja al muchacho y se cercioró. Sintió que el huracán regresaba sobre sus pasos para abatirla sólo a ella... Puso una mano sobre su pecho. Parecía que el corazón le iba a estallar en cualquier momento. Devolvió la hoja y giró la cabeza abriendo mucho los ojos que se le habían llenado con agua: lágrimas de esperanza, de ansiedad, de ilusión...

Se hallaban en un improvisado refugio en la zona marginal de la ciudad. Como el número de damnificados excedía por mucho la capacidad de los sanatorios y albergues, el gobierno había mandado poner dos enormes galerones desarmables. Entró a la techumbre de lona más grande y trató de identificar a Owin. Había mucha gente ahí. Caminó entre los pasillos volteando para todos lados. Recorrió el lugar de ida y vuelta. Después de varios minutos, la zozobra se convirtió en angustia. Owin no estaba y volvió a comenzar su caminata. Se desesperó. Vio una mesa desocupada y se trepó a ella. Comenzó a gritar:

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