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El río mágico
si te ayudé dame coronita plis
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El río mágico”
En unas montañas muy lejanas, existía un rió mágico. Se llamaba río Tajuña y hacía que todo aquello que se acercara a el se convirtiera en vida. Las piedras que rodaban por el valle cayendo a la orilla del río se convertían en árboles preciosos que decoraban el paisaje alrededor del río. Las ramas caídas de los árboles y arbustos rodaban hasta el río y se convertían en peces que llenaban el río de vida. Por la noche, cuando regaba la vega con sus aguas mágicas, crecían los mejores tomates, ajos, pimientos, maíz, cebada, patatas, ajetes, etc. Hacia que la vega tuviese los mejores huertos.
Cerca de aquellas montañas había un pueblo llamado Morata de Tajuña donde vivían hombres y mujeres que se movían en coche dentro del poblado en vez de ir andando. Los habitantes del pueblo no se daban cuenta de lo que podía pasar si seguían usando el coche para todo.
Un día apareció una nube muy fea sobre la vega y empezó a escupir lluvia ácida y contaminación al río, haciendo que todo lo de su alrededor fuera perdiendo vida poco a poco. El río, asustado ante esta situación, hablo con el viejo molino que había al lado del río. En otra época antigua aquel molino había molido el trigo y la cebada de la vega y ahora, ya cansado por los años, estaba cerrado.
El río y el molino pidieron ayuda a los animales: “Animales del valle, necesito vuestra ayuda. Se que sois buenos y me ayudareis. Una nube negra nos ha invadido y no hay otra solución que visitar el pueblo y avisar a los hombres y mujeres de lo que están provocando sus coches”.
Los del pueblo se reunieron para tomar una decisión y el alcalde informó: “Vecinos del pueblo: a partir de ahora nos moveremos a pie por el pueblo y no usaremos el coche nada más que para ir a la ciudad. ¡Si dejamos morir la vega, nosotros también moriremos!”
Y así fue como, poco a poco, la nube negra fue desapareciendo de las montañas y la vida volvió a la vega. Los habitantes del pueblo arreglaron el viejo molino que les había ayudado para que los niños lo pudieran visitar y conocer el trabajo que él hacía.
FIN
En unas montañas muy lejanas, existía un rió mágico. Se llamaba río Tajuña y hacía que todo aquello que se acercara a el se convirtiera en vida. Las piedras que rodaban por el valle cayendo a la orilla del río se convertían en árboles preciosos que decoraban el paisaje alrededor del río. Las ramas caídas de los árboles y arbustos rodaban hasta el río y se convertían en peces que llenaban el río de vida. Por la noche, cuando regaba la vega con sus aguas mágicas, crecían los mejores tomates, ajos, pimientos, maíz, cebada, patatas, ajetes, etc. Hacia que la vega tuviese los mejores huertos.
Cerca de aquellas montañas había un pueblo llamado Morata de Tajuña donde vivían hombres y mujeres que se movían en coche dentro del poblado en vez de ir andando. Los habitantes del pueblo no se daban cuenta de lo que podía pasar si seguían usando el coche para todo.
Un día apareció una nube muy fea sobre la vega y empezó a escupir lluvia ácida y contaminación al río, haciendo que todo lo de su alrededor fuera perdiendo vida poco a poco. El río, asustado ante esta situación, hablo con el viejo molino que había al lado del río. En otra época antigua aquel molino había molido el trigo y la cebada de la vega y ahora, ya cansado por los años, estaba cerrado.
El río y el molino pidieron ayuda a los animales: “Animales del valle, necesito vuestra ayuda. Se que sois buenos y me ayudareis. Una nube negra nos ha invadido y no hay otra solución que visitar el pueblo y avisar a los hombres y mujeres de lo que están provocando sus coches”.
Los del pueblo se reunieron para tomar una decisión y el alcalde informó: “Vecinos del pueblo: a partir de ahora nos moveremos a pie por el pueblo y no usaremos el coche nada más que para ir a la ciudad. ¡Si dejamos morir la vega, nosotros también moriremos!”
Y así fue como, poco a poco, la nube negra fue desapareciendo de las montañas y la vida volvió a la vega. Los habitantes del pueblo arreglaron el viejo molino que les había ayudado para que los niños lo pudieran visitar y conocer el trabajo que él hacía.
FIN
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