• Asignatura: Religión
  • Autor: julianaazle37
  • hace 1 año

Qué puede enseñarme la vida de Caín y Abel​

Respuestas

Respuesta dada por: camixd50
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Explicación:

Que Caín sea el malo y Abel el bueno es cuestionable. Incluso desde el ámbito teológico algunos exegetas sobreponen la figura de Caín a la de Abel, y cuestionan, desde allí, la preferencia por parte de Dios del hijo menor de Adán y Eva. Por tanto, se podría hablar de puntos de vista equidistantes en oposición. ¿Quién es uno y quién es el otro? ¿Cuáles fueron las causas reales de tal preferencia? Son preguntas inquietantes todavía para la teología y la filosofía.

Por su parte, la literatura ha tomado dicho arquetipo bíblico para ofrecer una reflexión menos trascendental y más terrena del hombre. Miguel de Unamuno, por ejemplo, en su novela Abel Sánchez, una historia de pasión (1928) recrea éste antiquísimo relato de la rivalidad entre hermanos. Allí, la trama se centra en que uno de los hermanos desea los triunfos del otro, envidia su suerte, su éxito y en resumen todas las cualidades que le constituyen. Así pues, ese encono de la envidia le impide realizarse como persona, llevándolo a dilapidar toda su vida envidiando al que él jamás podrá ser. Esa fijación es tan severa que lo lleva al sepulcro. Y justo antes, en su lecho de muerte, descubre ante su esposa y su hija aquel mal bicho que le carcomió el corazón, se confiesa con ellas. Esta última acción le permitirá, presumiblemente, descansar en paz.

Ahora bien, ¿qué pasaría si pensáramos que Caín y Abel son uno sólo, una mera persona? De esto subyace otra pregunta ¿Qué tanto hay de Caín en mí y qué tanto de Abel? Justamente a esta reflexión me refería: los humanos andamos tan confiados en ser nosotros mismos, que muy pocas veces reconocemos y trascendemos nuestra parte más sombría. Esa que develamos cuando envidiamos los logros ajenos. Y es por ello, cuando entonces mi Caín interior se transparenta, no para opacar la luz de mi “adversario”, sino para sumergir en las tinieblas a mi noble Abel. ¿Tendremos, pues, como el personaje aquel de la novela, que esperar a que llegue a nosotros la muerte para reconocer que anduvimos siendo Caín y malogramos a Abel? Así están las cosas en el mundo, lamentablemente. Ojala todos fuéramos por la vida tan tranquilos y transparentes cantando y silbando aquel verso náhuatl que dice: “Yo mismo soy mi propio enemigo y me tengo que vencer”. Ojala lo entonáramos todos al unísono.

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