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en Antioquia y habiendo fundando ahí una iglesia, Pablo estaba listo para hacer otro viaje misionero. Le pidió a Bernabé que lo acompañara, visitando de nuevo a las iglesias de su primer viaje misionero. Sin embargo, ocurrió un desacuerdo que causó su separación. Pero Dios convirtió este desacuerdo en algo positivo, porque ahora había dos equipos misioneros. Bernabé se fue a Chipre con Juan Marcos, y Pablo se fue con Silas a Asia Menor.
Providencialmente, Dios redirigió a Pablo y Silas a Grecia, llevando el Evangelio a Europa. En Filipos, el equipo misionero fue golpeado y encarcelado. Regocijándose de sufrir por Cristo, ellos cantaban en la cárcel. De repente, Dios causó un terremoto que abrió las puertas de la celda y los liberó de sus cadenas. El asombrado carcelero y su familia creyeron en Cristo, pero los oficiales gubernamentales les rogaron que se fueran.
Viajando hasta Atenas, Pablo predicaba a una inquisitiva audiencia en el Areópago. Él proclamaba al único y verdadero Dios a quien ellos podían conocer y adorar sin ídolos hechos por el hombre. Nuevamente, algunos se rehusaron y algunos creyeron.
Pablo les enseñó a aquellos que creyeron en Cristo y los estableció en iglesias. Durante este segundo viaje misionero, Pablo hizo muchos discípulos de varias procedencias: un joven llamado Timoteo, una mujer de negocios llamada Lidia, y una pareja llamados Aquila y Priscila.
Tercer Viaje Misionero (Hechos 18:23 – 20:38): Durante este último viaje misionero de Pablo, predicó fervientemente en Asia Menor. Dios confirmó su mensaje con milagros. Hechos 20:7-12 nos dice de Pablo en Troas predicando un sermón excepcionalmente largo. Un joven que estaba sentado en un tercer piso, se quedó dormido y cayó por la ventana. Fue dado por muerto, pero Pablo lo revivió.
Los nuevos creyentes de Efeso que habían estado anteriormente involucrados con el ocultismo, quemaron sus libros de magia. Por otra parte, los que fabricaban ídolos, no estaban contentos con sus pérdidas en el negocio debido a este verdadero Dios y a Su Hijo. Un platero llamado Demetrio, comenzó una revuelta en toda la ciudad, alabando a su diosa Diana. Las pruebas siempre perseguían a Pablo. A última instancia, la persecución y oposición fortaleció a los verdaderos cristianos quienes propagaron el Evangelio.
Al final del tercer viaje misionero de Pablo, él sabía que pronto sería encarcelado y probablemente lo matarían. Sus palabras finales a la iglesia de Efeso, muestran su devoción a Cristo: “Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos; y como nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo. Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer; salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones. Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20:18-24).