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Siempre hemos de expresarnos con amabilidad y decencia. Nuestra forma de hablar debe estar “sazonada con sal”, es decir, ser agradable Al escucharnos, las personas deben notar que somos distintos. Hablando lo que sea “bueno para [su] edificación” lograremos ayudarlas. Adoptemos la actitud del salmista, quien cantó: “Que los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón lleguen a ser placenteros delante de ti, oh Jehová, mi Roca y mi Redentor
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