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Chile cumplió un mes en una crisis tan inesperada como profunda, que combina la comisión organizada e impune de actos sistemáticos de violencia extrema, con la expresión de muy variadas demandas sociales y particulares. Partiendo con la experiencia internacional, me referiré luego a nuestra crisis, sus causas, efectos y posibles salidas.
Crisis violentas (civil unrest) en el mundo
La experiencia mundial contabiliza 9.000 casos de civil unrest, en 89 países, entre 1960 y 2014. Estos eventos varían mucho en intensidad. Incluyen desde protestas pequeñas y pacíficas hasta terrorismo generalizado y guerras internas, que pueden conducir a guerras civiles o golpes de Estado. Una forma de solución pacífica de estas crisis ha sido la formación de gobiernos de unidad nacional.
La correlación internacional entre la intensidad promedio de casos de civil unrest y el PIB por habitante es negativa, mientras que la correlación entre la intensidad de civil unrest y la disminución de la desigualdad es positiva. La crisis de Chile 2019 es un caso excepcional, que se sale de estas dos correlaciones. Nuestro PIB por habitante actual (relativamente alto) y nuestra gran reducción en desigualdad entre 2000 y 2018 no explican la duración e intensidad de nuestra crisis actual. Por lo tanto, hay otro factor preponderante en la crisis de Chile: el terrorismo.
La crisis y sus causas
La aguda crisis de Chile se origina en dos causas: un detonador y una condición estructural. Tres factores adicionales profundizan y extienden la crisis: las debilidades estructurales del Estado, una condición de debilidad de nuestra sociedad y una condición de fragilidad del Gobierno.
El factor que detonó y continúa la crisis es el ataque terrorista coordinado y centrado en las ciudades de Chile: en su infraestructura pública, sus escuelas, municipios, empresas privadas y hogares. La escala de la destrucción masiva de capital físico, los incendios y saqueos, y los muertos y heridos, demuestran la concertación planificada de la operación terrorista. Tres grupos participan en las acciones violentas: los terroristas, las bandas de narcotraficantes y los delincuentes comunes —tres grupos que actúan en sincronía al menos tácita y refuerzan mutuamente sus acciones.
Una condición estructural de la sociedad chilena, que se expresa durante la crisis y refuerza las acciones violentas, es un conjunto amplio y creciente de demandas sociales y particulares —legítimas e ilegítimas, racionales y absurdas. Estas demandas han estado presentes hace muchos años, pero se han multiplicado durante la crisis.
La crisis sobrepasa la capacidad de respuesta de un Estado, que presenta, hace décadas, severas debilidades estructurales en varios de sus órganos y poderes. El Gobierno carece de una oficina de inteligencia capaz de anticipar y manejar crisis. Las policías (Carabineros y PDI) han sido castradas, por sucesivos gobiernos, en sus capacidades para prevenir e investigar acciones terroristas y delictuales a escalas mayores. El Ministerio Público y las cortes de justicia son de baja efectividad investigativa y condenatoria de delincuentes y terroristas, y reflejan frecuentes sesgos ideológicos en sus acciones y decisiones. Un grupo de parlamentarios apoya explícita o tácitamente la violencia, poniendo sus intereses partidistas por sobre los de Chile, aunque con ello contribuyan a demoler la institucionalidad y la estabilidad del país.
Una condición estructural grave de nuestra sociedad es la enorme tolerancia de la violencia, en todas sus expresiones. El terror sembrado por los extremistas inhibe el rechazo público a la violencia y la práctica de la no violencia activa. La exposición continua a la transmisión gráfica de la violencia sistemática e impune, a través de medios que frecuentemente la apoyan, lleva al acostumbramiento, al hastío o a la desesperación de la gran mayoría de los ciudadanos.
Por supuesto, la mayor tolerancia de la violencia está relacionada con otras dimensiones de pérdida de capital social, como la baja confianza, pobre capacidad de diálogo y débil disposición al consenso político.
Finalmente, estamos en presencia de un Gobierno, que, al ser de centroderecha y minoritario en el Congreso, tiene dificultades para enfrentar eficazmente la violencia
Explicación:
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