Respuestas
Explicación:
80 Revista Educación 27(2), 2003
El mensaje en la comunicación
En la comunicación diaria, muchas
personas son inconscientes de las inconta-
bles veces que el contenido acusativo de un
mensaje parece tener prioridad sobre la
comprensión y acción de ambas partes.
Los sentimientos de la otra persona fre-
cuentemente son ignorados en una lucha
por defenderse, o por señalar la culpa. Si
cada persona se toma el tiempo para ana-
lizar lo que se dijo, podrían ser conscientes
del contenido total del mensaje, pero en la
comunicación cotidiana tal análisis es po-
co frecuente. Lo más usual es que el men-
saje, interfiera con la comunicación antes
que facilitarla.
Culpar a la otra persona disfraza los
sentimientos que se expresan. Esta con-
ducta es descrita por diferentes autores co-
mo (Satir 1990), (Rizo 1998), (O’Connor
1996) de la siguiente manera; los hábitos
utilizados en las conversaciones reflejan
cómo las personas fracasan en éstas por no
asumir responsabilidad por sus propios
sentimientos y conductas.
A menudo, en conversaciones diarias
se pueden oír frases parecidas a estas “El
me hace sentir mal”, “Ella me hizo hacer-
lo” y “Ella o él no me gusta”. Todos estos
mensajes lanzan a otros la culpa por los
sentimientos personales. Mensajes como
los anteriores se definen como mensajes
en segunda o tercera persona; esto es, ex-
presan sentimientos como si fueran causa-
dos por otros.
Como regla, muchos mensajes en se-
gunda o tercera persona obstaculizan la
comunicación porque proporcionan dos ti-
pos diferentes de información en el mismo
paquete. En contraste, un mensaje en pri-
mera persona se define como una expre-
sión directa de los sentimientos propios, lo
cual permite responsabilizarse por ellos.
Cuando las personas niegan sus
sentimientos y responsabilidades proyec-
tan los conflictos internos en otros, cul-
pan a los demás de su mala suerte y se les
dificulta llegar a reconocer alguna fuente de
felicidad. Practican lo que para Satir (1990)
significa “contacto” que se refiere al diálogo
exterior, o patrón de conducta generalizado
que se emplea en las relaciones interperso-
nales cuando las personas conocen única-
mente la máscara que se lleva puesta.
Si el individuo habitualmente utiliza
mensajes en segunda o tercera persona,
está tácitamente reconociendo una pérdi-
da de control sobre un elemento muy im-
portante de la existencia: los sentimientos,
y si las personas se rehúsan a tener con-
trol sobre éstos y sus vidas, se sitúan y ca-
racterizan a sí mismas como víctimas.
A tal punto que profesionales de
ayuda que no estén alertas, pueden expe-
rimentar lo que en el análisis transaccio-
nal se denomina “juegos en los que parti-
cipamos”, (Jongeward, 1990) los cuales
son sutiles y poderosos e implican el prin-
cipal intento manipulativo de las personas
para atraer, dentro de su percepción de la
realidad de una determinada situación, a
esos profesionales.
Karpman en su momento sugirió
otro tipo de juego que es no menos dañino
a la comunicación, el triángulo dramático;
significa que el profesional puede llegar a
ser un aliado, destruyendo la efectividad
de su ayuda, al convertir repentinamente
la posición inicial propia del orientado “yo
contra el mundo”, en la nueva posición
“nosotros contra el mundo”. Según esto,
los profesionales llegan a verse comprome-
tidos, desde lo personal por una atracción
hacia el problema, en situaciones profesio-
nales que reclaman la confrontación.
Esta atracción resulta dañina para
ambas partes, para la persona orientada
porque la conducta ineficaz es reforzada au-
mentando la probabilidad de que se continúe
con la misma conducta y para el profesional
u orientador, la manipulación por parte de la
persona orientada para convertirlo en alia-
do, lo ubica en total desventaja puesto que el
método utilizado para hacerle frente a esa
realidad en la relación no es funcional.