Resumen de el cuento "El violín de Paganini"
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Respuesta:
Hubo un gran violinista llamado Paganini. Algunos decían que era una persona extraña. Otros, que había en él algo sobrenatural. Las notas mágicas que salían de su violín tenían un sonido diferente, y por eso nadie quería perder la oportunidad de verlo tocar.
Una noche, el escenario estaba repleto de admiradores preparados para recibirlo. La orquesta entró y fue aplaudida. El director entró y recibió una gran ovación. Pero cuando la figura de Paganini surgió, triunfante, el público deliró. El violinista se puso el instrumento en el hombro, y lo que siguió fue indescriptible: blancas y negras, fusas y semifusas, corcheas y semicorcheas parecían tener alas y volar al toque de aquellos dedos encantados.
De repente, un sonido extraño interrumpió el ensueño de la platea: una de las cuerdas del violín de Paganini se había roto. El director paró. La orquesta se calló. El público estaba en suspenso. Pero Paganini no se detuvo. Mirando su partitura, continuó extrayendo sonidos deliciosos de su violín atrofiado. El director y la orquesta, admirados, volvieron a tocar.
Cuando el público se tranquilizó, de repente otro sonido perturbador atrajo su atención. Otra cuerda del violín se rompió. El director y la orquesta pararon de nuevo, mas Paganini continuó como si nada hubiera ocurrido. Impresionados, los músicos volvieron a tocar.
Pero el público no podía imaginar lo que iba a ocurrir a continuación. Todos los asistentes, asombrados, gritaron un "¡oohhh!" que retumbó por la sala: otra cuerda del violín se había roto. El director y la orquesta se detuvieron. La respiración del público cesó. Pero Paganini seguía: como un contorsionista musical, arrancaba todos los sonidos posibles de la única cuerda que le quedaba al destruido violín. El director, embelesado, se animó, y la orquesta volvió a tocar con mayor entusiasmo. El público iba del silencio a la euforia, de la inercia al delirio.
Paganini alcanzó la gloria, y su nombre corrió a través del tiempo. No fue apenas un violinista genial, sino el símbolo del profesional que continúa adelante aun ante lo imposible.
Respuesta:
Había una vez un gran violinista llamado Nicolò Paganini (1782-1840).
Algunos decían que era muy raro. Otros, que era sobrenatural. Las notas mágicas que salían de su violín tenían un sonido diferente, por eso nadie quería perder la oportunidad de ver su espectáculo.
Una noche, el escenario de un auditorio repleto de admiradores está preparado para recibirlo.
La orquesta entra y es aplaudida. El director es ovacionado.
Pero cuando la figura de Paganini surge, triunfante, el público delira. Paganini coloca su violín en el hombro y lo que sigue es indescriptible.
Blancas y negras, fusas y semifusas, corcheas y semicorcheas parecen tener alas y volar con el toque de aquellos dedos encantados.
De repente, un sonido extraño interrumpe el ensueño de la platea. Una de las cuerdas del violín de Paganini se rompe.
El director para. La orquesta para. El público para.
Pero Paganini no para. Mirando su partitura, él continúa extrayendo sonidos deliciosos de un violín con problemas.
El director y la orquesta, admirados, vuelven a tocar.
El público se calma, cuando, de repente, otro sonido perturbador atrae la atención de los asistentes. Otra cuerda del violín de Paganini se rompe.
El director para de nuevo. La orquesta para de nuevo. Paganini no para.
Como si nada hubiera ocurrido, olvida las dificultades y sigue arrancando sonidos imposibles.
El director y la orquesta, impresionados, vuelven a tocar.
Pero el público no podía imaginar lo que iba a ocurrir a continuación.
Todas las personas, asombradas, gritan un ¡oohhh! que retumba por toda aquella sala.
Una tercera cuerda del violín de Paganini se rompe.
El director para. La orquesta para. La respiración del público para. Pero Paganini no para.
Como si fuera un contorsionista musical, arranca todos los sonidos posibles de la única cuerda que queda en aquel violín destruido. Ninguna nota fue olvidada.
El director, embelesado, se anima. La orquesta se motiva. El público parte del silencio hacia la euforia, de la inercia para el delirio. Paganini alcanza la gloria.
Su nombre corre a través del tiempo. Él no es apenas un violinista genial. Es el símbolo del profesional que continúa adelante aún ante lo imposible.