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La alimentación de los ejércitos ha sido tradicionalmente un problema bastante complejo, que ha estado en función de dos aspectos fundamentales, la capacidad económica del que lo financiaba, reyes, haciendas o estados, y la posibilidad de conseguir alimentos. Por otra parte, el valor alimenticio de aquellos "ranchos militares" dejaba mucho que desear, frecuentemente por falta de principios inmediatos y por carencias vitamínicas, ya que se trataba de raciones con muy poca carne y carentes de productos frescos, lo que daba lugar a enfermedades carenciales y a la falta de condiciones físicas entre los militares. De todas formas, la preocupación por una adecuada alimentación de los ejércitos también viene de lejos, habiendo dado lugar a la publicación de infinidad de libros y normas, hasta llegar a los verdaderos tratados de alimentación con carácter científico publicados a partir de finales del siglo XIX. El soldado del Ejército español ha padecido carencias alimentarias tanto en las colonias como en la península, debido siempre a la precariedad de recursos. Su alimentación fue mejorando cuando el país remontó las privaciones derivadas de la Guerra Civil a partir de los años sesenta del siglo pasado, siendo una verdadera novedad la introducción de las "raciones de previsión" en los años noventa, que no solo facilitó la alimentación en ejercicios y maniobras en territorio nacional sino la de los contingentes destacados en las diferentes misiones en el extranjero.
Palabras clave: alimentación, ración de campaña, ración