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Tomé el autobús a las dos. Hacía mucho calor. Comí en el restaurante Celeste, como de costumbre. Todos se condolieron mucho de mí, y Celeste me dijo: “Madre hay una sola.” Cuando partí, me acompañaron hasta la puerta. Me sentía un poco aturdido, pues fue necesario que subiera hasta la habitación de Manuel para pedirle prestados una corbata negra y un brazal. Él perdió a su tío hace unos meses.
Corrí para alcanzar el autobús. Me sentí adormecido sin duda por la prisa y la carrera, añadidas a los barquinazos, al olor a gasolina y a la reverberación del camino y del cielo.
Albert Camus, El extranjero.
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65
Una visita al Mar:
Ah, el Mar. Me parece que me sonríe; unas veces sin enseñar sus dientes pero otras... Me acuerdo aquel día. Su inmensa tranquilidad se transformaba, ya en la orilla, como grandes olas. Un deseo que sólo se apacigua estando en él. Al entrar te conviertes en el invitado de honor. Tu presencia le es grata; y tú se lo debes agradecer. Antes de sentarte en el "hall" te hace algunas preguntillas, para formalizar... Una vez presentados, empieza el baile. Y cuando te empuja, síguelo. Pero eso sí, sin miedo. Poco despues, sabrás que es un bromista. Alguna que otra zancadilla. Lo normal. Lo curioso es que siempre es el mismo tipo de zancadilla, pero su dominio son palabras mayores. Y despues de muchas caídas sabes que el nerviosismo no es grato en su casa. Te hará salir de ella. Sin darte cuenta aprendes a controlar tu misma furia, tu miedo, tu inseguridad. El Mar es un amigo. Para lo que quieras él estará ahí. Todas las respuestas están en él. Y aquel día me enteré de algo. Todas las respuestas..., menos dos...No sabe que es el Principio ni tampoco el Fin. (Stark Hoffmann 1995)
La carta esférica:
Antes de observar a hurtadillas a Tánger, que sentada a la misma mesa de la terraza conversaba con Lucio Gamboa, director del observatorio de San Fernando, donde los tres habían pasado parte del día. Gamboa era capitán de navío de la Armada, pero vestía de paisano con camisa a cuadros, pantalón caqui y unas alpargatas de lona muy viejas y descoloridas. Nada en él delataba su filiación castrense: rechoncho, calvo, locuaz, con una descuidada barba entrecana y unos ojos claros de normando, el suyo era un aspecto desaliñado y cordial. Hablaba sin mostrar signos de fatiga desde hacía horas, mientras Tánger planteaba preguntas, asentía o tomaba notas. Sólo hay un viaje que harás gratis. Coy volvió a mirarse las rayas de la mano, diciéndose una vez más que quizás debería haber dejado que la gitana se la leyera. En caso de no gustarle el pronóstico, pensó, siempre podía uno rectificar a su gusto las rayas con una hoja de afeitar, como aquel otro marino de papel y tinta, Corto Maltés, alto, guapo y con su arete de oro en la oreja, al que no le hubiera importado nada parecerse cada vez que notaba fijos en él los ojos de Tánger. Ojos que a veces dejaban de atender a las explicaciones de Gamboa para posarse en Coy un momento, inexpresivos, serenos; constatando que seguía allí y que nada estaba fuera de control. (A.Pérez Reverte)espero que te halla servido de algo
Ah, el Mar. Me parece que me sonríe; unas veces sin enseñar sus dientes pero otras... Me acuerdo aquel día. Su inmensa tranquilidad se transformaba, ya en la orilla, como grandes olas. Un deseo que sólo se apacigua estando en él. Al entrar te conviertes en el invitado de honor. Tu presencia le es grata; y tú se lo debes agradecer. Antes de sentarte en el "hall" te hace algunas preguntillas, para formalizar... Una vez presentados, empieza el baile. Y cuando te empuja, síguelo. Pero eso sí, sin miedo. Poco despues, sabrás que es un bromista. Alguna que otra zancadilla. Lo normal. Lo curioso es que siempre es el mismo tipo de zancadilla, pero su dominio son palabras mayores. Y despues de muchas caídas sabes que el nerviosismo no es grato en su casa. Te hará salir de ella. Sin darte cuenta aprendes a controlar tu misma furia, tu miedo, tu inseguridad. El Mar es un amigo. Para lo que quieras él estará ahí. Todas las respuestas están en él. Y aquel día me enteré de algo. Todas las respuestas..., menos dos...No sabe que es el Principio ni tampoco el Fin. (Stark Hoffmann 1995)
La carta esférica:
Antes de observar a hurtadillas a Tánger, que sentada a la misma mesa de la terraza conversaba con Lucio Gamboa, director del observatorio de San Fernando, donde los tres habían pasado parte del día. Gamboa era capitán de navío de la Armada, pero vestía de paisano con camisa a cuadros, pantalón caqui y unas alpargatas de lona muy viejas y descoloridas. Nada en él delataba su filiación castrense: rechoncho, calvo, locuaz, con una descuidada barba entrecana y unos ojos claros de normando, el suyo era un aspecto desaliñado y cordial. Hablaba sin mostrar signos de fatiga desde hacía horas, mientras Tánger planteaba preguntas, asentía o tomaba notas. Sólo hay un viaje que harás gratis. Coy volvió a mirarse las rayas de la mano, diciéndose una vez más que quizás debería haber dejado que la gitana se la leyera. En caso de no gustarle el pronóstico, pensó, siempre podía uno rectificar a su gusto las rayas con una hoja de afeitar, como aquel otro marino de papel y tinta, Corto Maltés, alto, guapo y con su arete de oro en la oreja, al que no le hubiera importado nada parecerse cada vez que notaba fijos en él los ojos de Tánger. Ojos que a veces dejaban de atender a las explicaciones de Gamboa para posarse en Coy un momento, inexpresivos, serenos; constatando que seguía allí y que nada estaba fuera de control. (A.Pérez Reverte)espero que te halla servido de algo
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