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Respuesta:
Hacía un par de meses que había terminado el curso de detective privado, sentado en el sillón de la pequeña y flamante oficina leyendo el diario, esperaba ansioso mi primer caso.
Debo admitir que dos meses de espera, y bastante dinero que debía, a estas alturas hacían que me sintiera impaciente y en parte descorazonado. Los avisos publicados en el periódico informando sobre mis servicios no resultaban muy onerosos, pero se mezclaban con muchos otros, tal vez de investigadores conocidos o con más experiencia.
Una mañana, mientras dormitaba de puro aburrido nomás, con mis piernas descansando sobre el escritorio, un leve carraspeo me sacó de mi sopor.
Abrí los ojos de inmediato intentando de despabilarme, a la vez que bajaba mis piernas del mueble, cuando lo vi parado justo frente a mí.
Mi primer cliente.
Explicación:
Nunca más volvía a verlo. Pienso, o mejor dicho creo, que ahora descansa en paz.
Corto tiempo después, cerré la oficina de detective privado para siempre.