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1. LA INVASIÓN ESPAÑOLA AL Perú suscitó diversas formas de reacción indígena en procura de adaptarse a las condiciones del proceso de conquista y colonia, mediante estrategias que permitieran a los vencidos sobrevivir y resistir. Hacia mediados del siglo XVI se registra en ciertas regiones centro-andinas del Perú, un movimiento religioso de antiguas raíces indígenas con el nombre de Taki Onqoy o "enfermedad del canto". Se trataba, fundamentalmente, de un movimiento de resistencia anticolonial, que procuraba, por una parte, afirmar la vigencia de los antiguos dioses1 y, por otra, incitar al rechazo de todo aquello que identificaba el mundo espiritual y material del conquistador. Era la reacción frente al caos en que se hundía la sociedad andina toda: sus modos de vida, su dominio sobre la tierra, sus dioses. Consternado ante la confusión en que se sumía el orden cósmico, político y social, el hombre andino se siente desamparado y culpable por haber abandonado a sus dioses. Por lo tanto, la idea subyacente detrás del Taki Onqoy era restaurar una comunidad sin injusticias, ni enfermedades y conforme a las antiguas creencias y al antiguo estado de cosas. Esto generalmente significa -dice Millones (2007)- un regreso al tiempo de los orígenes. El Taki Onqoy fue, pues, un intento supremo por reconstituir el orden andino, que no se expresó directamente en rebeliones o movimientos armados, sino en prácticas simbólico-religiosas que incluyeron cantos y danzas y escenificaciones de la locura y el mal (Montani y Páez, 2008). Por eso, lo más visible y perdurable de este movimiento lo constituyen los cantos y danzas frenéticas en que se repetían incansablemente fórmulas rituales o mensajes de carácter doctrinario o histórico.
Según Cavero (2001), el Taki Onqoy fue descubierto por el padre Luis de Olvera en la provincia de Parinacochas, pero el área de origen y de mayor presencia y desarrollo fue el corregimiento de Lucanas; desde allí se expandió a otros lugares. La mayor información documental la proporcionan Cristóbal de Molina en su Fábulas y ritos de los incas (1575)2, Cristóbal de Albornoz, en su documento La instrucción para descubrir todas las guacas del Pirú y sus camayos y haziendas3 y Guamán Poma de Ayala, en su Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno(¿1615?). La expansión del movimiento se realizó, sin embargo, a través del testimonio oral, tradición inherente a la cultura andina.
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