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La composición musical es un trabajo el cual se encarga de la creación de obras musicales, por lo tanto nos resulta útil, entender el concepto de obra musical.
Leo Treitler describe cómo a la música, al concepto de “obra” donde la notación musical opera como soporte excluyente. Dentro de esta mirada pareciera ser que lo que no está escrito en partitura no se puede estudiar y que la posibilidad de recreación de las músicas pertenecientes a un ámbito de producción, circulación y recepción popular-oral, queda supeditada a las posibilidades que ofrece este modelo. Este concepto clásico romántico de la música constituye que el medio de transmisión por excelencia asociado a las obras musicales es el papel. Hay una versión original, la cual promueve la fantasía de estar más cerca de la voluntad del compositor, de la “verdad” en términos de intención y significado de la obra. Así, lo escrito se erige como reflejo exacto de la idea del autor y se confunde, por lo tanto, con la obra en sí. De esta forma, partitura pasa a ser sinónimo de obra. La obra musical otorgó a la música una forma permanente; dejó de pensarse en la música como algo puramente evanescente, una actividad o experiencia que se desvanece en el pasado tan pronto como concluye. Porque mientras tienen lugar en el tiempo las interpretaciones de obras musicales, la obra como tal perdura. De este modo, la música se convierte en algo que podemos almacenar o acumular, una forma de lo que podría denominarse capital estético. Sin embargo, hoy en día puede encontrarse una notable cantidad de registros discográficos que contienen interpretaciones de dichas producciones musicales, con diferentes criterios de abordaje según la pretensión en la reconstrucción histórica.
Después de todo, las producciones de la tradición escrita, frecuentemente asociadas con los compositores, las obras y la complejidad, siguen dependiendo fuertemente de la transmisión oral y en un conjunto de intuiciones interpretativas que mayoritariamente no está escrito. Por el contrario, el hecho de que una composición no exista en partitura pero esté viva en la mente de los ejecutantes no la descalifica como “obra” ni le quita complejidad. Dicho esto, debemos considerar que los historiadores de la cultura oral enfrentan verdaderas dificultades, ya que existe muy poca evidencia de primera mano, sobre todo de épocas anteriores a la invención del fonógrafo. Esto produce un efecto en el cual las primeras grabaciones de música antigua son tomadas como documentos que representan un estado originario de ese repertorio, en lugar de una etapa particular en su evolución.