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2
Erase una vez un cedro satisfecho de su
hermosura.
Plantado en mitad del
jardín, superaba en altura a todos los demás árboles. Tan bellamente
dispuestas estaban sus ramas, que parecía un gigantesco candelabro.
Plantado en mitad del
jardín, superaba en altura a todos los demás árboles. Tan bellamente
dispuestas estaban sus ramas, que parecía un gigantesco candelabro.
Si con lo hermoso que soy diera además fruto, se
dijo, ningún árbol del mundo podría compararse conmigo.
Y decidió observar a los
otros árboles y hacer lo mismo con ellos. Por fin, en lo alto de su erguida
copa, apunto un bellísimo fruto.
Tendré que alimentarlo bien para que crezca
mucho, se dijo.
Tanto y tanto creció
aquel fruto, que se hizo demasiado grande. La copa del cedro, no pudiendo
sostenerlo, se fue doblando; y cuando el fruto maduro, la copa, que era el
orgullo y la gloria del árbol, empezó a tambalearse hasta que se troncho
pesadamente.
¡A cuantos hombres, como
el cedro, su demasiada ambición les arruina!
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