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NOTAS HISTÓRICAS DEL CONSERVATORIO
(Primera Parte)
Aunque se ha escrito bastante sobre el CONSERVATORIO DE MÚSICA DEL TOLIMA, considero que
aún no se ha dicho lo suficiente, los documentos hallados y los personajes entrevistados, un gran
porcentaje se limitan a la vida y obra del maestro ALBERTO CASTILLA y de Doña AMINA MELENDRO
DE PULCECIO, como ejes centrales de lo que en una época fuera llamado “El templo de la música”
al referirse al Conservatorio del Tolima.
En esta primera entrega quiero resaltar algunos párrafos que creo importantes de la revista “ARTE”,
documento impreso en el año 1979, con motivo de la celebración del segundo concurso polifónico
internacional “Ciudad de Ibagué”; dicha publicación fue un órgano del Conservatorio, fundada en
1934 por los maestros Alberto Castilla y Manuel Antonio Bonilla. Apartes de la nota editorial, nos
dice:
“Pero Ibagué tiene su propia alma, creada por personas que encontraron su aliento artístico,
específicamente musical, que la modelaron, la encausaron y que al soplo de su inspiración crearon
el organismo que sería catalizador de sus emociones, de su temperamento.
Castilla identificó el espíritu, lo localizó, y con el soplo de su genio le dio vida al conservatorio, alma
mater de la entraña ibaguereña, refugio espiritual de sus gentes, las nativas y las adoptivas; sus
cimientos se anclaron en el arte, en su forma musical”.
Así mismo encuentro que la esencia del Conservatorio se encuentra en los siguientes aportes
editoriales:
“De otro lado, el conservatorio, desde su fundación, se instituyó como el símbolo del alma de Ibagué
y del Tolima. En él, la música y el canto son su lenguaje, como expresión de su ser espiritual. Es su
emoción y su angustia porque el instituto concentra y circunscribe todo su quehacer y todas sus
ilusiones, el propio orgullo de sus gentes se ha simbolizado en el conservatorio, él encuentra su
esencia, su naturaleza, el sentido de su existencia”.
La naturaleza divina en su sabiduría no tuvo opción de escoger otro lugar como Ibagué, para que
fuese sede de una academia musical, particularmente por su espíritu artístico y por ser capital de
un departamento con dedicado acento a las actividades artísticas; aquí cabe la famosa anécdota de
aquel rico Francés, más conocido como CONDE DE GABRIAC, quien en el año 1886, paseando por
las estrechas calles de esta villa, oyó una música rara que llamó la atención, se trataba de un grupo
nativo, que en un acto de parranda, interpretaba un ritmo de “caña” acompañado por tambora,
chucho o alfandoque, carrasca, tiple y guitarra, en medio de gentes que danzaban a todo compás;
al seguir su paseo escuchó que en muchas de las casas se hacía música, anotó en su libreta: “Gratas
melodías, orquestaciones perfectas y gran técnica la de estos maestros criollos”, concluyendo que
“Esta pequeña aldea de aspecto encantador y no pocas faltas de confort, es una CIUDAD MUSICAL”.
El final del siglo XIX, época de guerra civil, hizo que muchas familias tolimenses se refugiaran en
Ibagué, logrando conformar un grupo social distinguido, sin olvidar sus orígenes.
Explicación:
Espero que te sirva, Dame corona te ruego
GRACIAS