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Los trastornos mentales más comunes del siglo XXI
Workaholics: Se define como una enfermedad que genera una obsesión por el trabajo en el paciente. Cuando no trabaja, el individuo llega a sentir una sensación enfermiza de vacío, angustia y depresión. Nunca están satisfechos con la labor que desempeñan y creen que deberían dedicar más tiempo para perfeccionar su trabajo. Aunque esta enfermedad mental se desarrolló inicialmente con fuerza en Inglaterra, cada vez son más los casos de adicción por el trabajo que existen en nuestro país.
Ortorexia: Se presenta como la obsesión por comer saludable, desarrollando sus propias reglas alimenticias y preocupándose en exceso por la calidad de los alimentos. Si esas reglas se sobrepasan, llegan a sentirse culpables y entran en estado de depresión. Por todo ello, la persona que padece ortorexia suele evitar las comidas sociales. En los casos más severos, este trastorno derivará en desnutrición, anemia y pérdida de masa ósea. Se da especialmente en mujeres jóvenes.
Vigorexia: Estrechamente vinculada a la anterior. El Instituto de Trastornos Alimenticios (ITA) cifra entre el 1% y el 10% de la población que acude a los gimnasios como poseedora de este trastorno. Este problema va asociado a una distorsión de la propia imagen, afectando especialmente a hombres (aunque cada vez son más los casos de mujeres) entre 15 y 35 años. En la gran mayoría de los casos va acompañada de la toma de sustancias para fomentar el desarrollo de su musculatura. Al igual que la ortorexia, genera un cambio brusco en el comportamiento del sujeto.
Esteticohólico: En relación a las dos anteriores, aparece este trastorno mental que genera una sensación constante de insatisfacción en el paciente y que le lleva a obsesionarse con la cirugía estética. Desea rejuvenecerse y cree que el quirófano es la mejor medicina para paliar cualquier problema superficial que pueda aparecer en su cuerpo. Una vez que se sale de la clínica de cirugía estética, el 3% de los pacientes pasa a ser poseedor de este trastorno.
Ciberdependencia: Es una enfermedad asociada a la obsesión con los videojuegos e Internet, llegando a existir casos de personas que son capaces de jugar durante 16 horas de forma ininterrumpida. Todo esto afecta tanto a su tiempo de sueño y descanso como a su poder de relación social. Las personas que sufren este trastorno acaban contrayendo: depresión, ansiedad, miedo, comportamiento violento y náuseas.
Síndrome de Estocolmo: Es un trastorno emocional y mental que se representa en la justificación moral y el sentimiento de gratitud constante de un sujeto hacia otro. Este desajuste afectivo afectará al desarrollo normal de la vida social y laboral de la persona.
Síndrome de Ulises: Se define como una sintomatología depresiva que afecta especialmente a los trabajadores emigrantes, los cuales se ven con la necesidad imperiosa de viajar constantemente.
Bulimia: Este trastorno psicológico se define como un trastorno alimenticio a través del cual el individuo comienza a darse atracones de comida a deshoras para posteriormente proceder a eliminarlos de su cuerpo mediante vómitos y laxantes.
Anorexia: Este trastorno alimenticio y neurótico se da especialmente en las chicas más jóvenes. Se define como un temor inexplicable del sujeto a comer por miedo a engordar. Esta enfermedad va acompañada de otros problemas como falta de autoestima, depresión y nerviosismo. Este adelgazamiento extremo podría derivar en las mujeres incluso en problemas con la menstruación.
Trastorno del humor con disforia: Genera síntomas de falta de ánimo, tristeza, desesperación e irritabilidad repentinos que se pueden tornar en constantes.
Aunque ante la más mínima señal de alerta de una enfermedad mental será importantísimo que nos pusiésemos en manos de profesionales, la solución pasará por sentirnos seguros de nosotros mismos y definir siempre nuestra personalidad. ¡El éxito y la salud dependerán de cuánto seamos capaces de querernos!
Explicación: Hace unos años, las enfermedades mentales eran problemas característicos de la sociedad adulta de clase obrera entre los 40 y los 55 años de edad, que motivada por el estrés del trabajo, el hogar y su entorno veía perjudicada su salud. Ahora las condiciones han cambiado, se exige más en el trabajo, se tiene menos tiempo, los horarios han modificado nuestros hábitos y las tecnologías se han apoderado de nuestro día a día. La evolución de la sociedad va de la mano del progreso de este tipo de patologías.
Las personas que sufren obsesiones mentales pueden tardar una media de 8-10 años en acudir al psicólogo o al psiquiatra. Sin ser conscientes, comienzan a transformar sus hábitos cotidianos y a ser subordinados de su trastorno. Solo cuando esos problemas empiezan a afectarles en su día a día y a ocasionarles serias dificultades en su vida laboral o personal deciden dar el paso y acudir a un especialista, normalmente empujados por algún familiar cercano.