un mexicano me dijo sudaca XD ._. , que le digo?
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Yo soy sudaca. Llegué por primera vez a España en aquellos ochenta; soy, incluso, entonces, sudaca desde el principio de sus tiempos. Y cada vez que uso la palabra sudaca las redes arden indignadas —las redes son puro combustible y son incombustibles, arden y arden sin quemarse para poder arder otra vez su fuego fatuo—. Los indignados asustados me reprochaban mi lenguaje racista, supremacista y varios istas más; me sermoneaban por mi supuesto insulto y me insultaban con denuedo.
“Una persona de color —negro—”, decía hace décadas Les Luthiers, antes de que burlarse de la corrección política fuera tan políticamente incorrecto. El problema suele aparecer cuando alguien cree que llamar a las cosas por alguno de sus nombres es peligroso, y se embarca en las peores perífrasis para no correr el riesgo. Lo hace, en general, porque cree que ser eso que no nombra es malo en sí, y entonces no se puede decir tan claramente. Con esos firuletes no hace más que subrayar la discriminación que –dice– trata de evitar.
Sudaca me parece una buena palabra: corta, clara, rotunda, dice lo que quiere decir con la mayor economía. Es una buena palabra y de algún modo la perdimos, se la dejamos a los malos. Ya es hora de recuperarla y poder decir, con orgullo, con sorna, con placer, que sí, somos sudacas, y a mucha honra. Y derivarla, enriquecerla: seguir la línea que marcó, hace años, en el diario Clarín de Buenos Aires, la escritora colombiana Margarita García Robayo cuando publicaba un blog que llamaba Sudaquia, dándole a la palabra calidad geográfica.
Usarla, apropiarla, mimarla, proclamarla: ser sudacas. Y si hay haraganes que suponen que con solo identificarnos —con decir quiénes somos o ni siquiera, de dónde venimos— nos insultan, que no se crean que es tan fácil: que trabajen, que busquen algo mejor.
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