LA FIESTA DE CUMPLEAÑOS
Esta era una vez un niño llamado Carlos, sus papás le organizaron una fiesta sorpresa por su cumpleaños. Él estaba muy feliz al ver que sus amigos llegaban pronto con muchos regalos para felicitarlo. Quebraron piñatas, jugaron toda la tarde, le cantaron las mañanitas, comieron pastel, gelatina y muchos dulces.
Antes de que la divertida fiesta se acabara, los invitados le hicieron una gran rueda a Carlos, le volvieron a cantar alegremente las mañanitas y, señalando los regalos, comenzaron a gritar: ¡Que los abra! ¡Que los abra!
Carlos, muy ansioso de saber qué le habían regalado sus amigos, abrió aprisa uno de los regalos, y al ver lo que contenía, hizo una mala cara diciendo: ¡este juguete no me gusta, está feo! Volvió a tomar emocionado otro regalo y al abrirlo se volvió a quejar diciendo: ¡Puros regalos feos!
Los invitados al ver la actitud de Carlos se
sintieron ofendidos y comenzaron a irse rápidamente de la fiesta. Los papás de Carlos al darse cuenta de lo que había sucedido, le dijeron que debía disculparse inmediatamente con sus amigos por los comentarios que había hecho.
Desde ese entonces Carlos aprendió que "a caballo dado no se le ve el colmillo".
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