Respuestas
Respuesta:
Las Monjas Descalzas de la Orden de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo forman parte de una familia religiosa, enriquecida con un carisma propio, para desempeñar una misión peculiar en el Cuerpo místico de Cristo.
Explicación:
Respuesta: ESTA MAS LARGO QUE EL UNIBERSO PERO MEDAS CORONITA PORFAVOR
Los Hermanos Descalzos de la Orden de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo forman parte de una familia religiosa, que, inserta en el Pueblo de Dios y enriquecida con un carisma propio, cumple una misión peculiar en el Cuerpo místico de Cristo.
Esta familia, a la que somos llamados por una vocación personal, en la medida en que es como una expresión renovada de una Orden antigua, hermana la fidelidad a la tradición espiritual del Carmelo con un afán de renovación permanente. Dos actitudes que nos legó en herencia nuestra madre fundadora santa Teresa.
Conscientes de ello y dóciles a la llamada de Dios, nos sentimos en sintonía con el genuino espíritu y vida de nuestros antecesores y atestiguamos la continuidad y comunión con la familia. Así en la gesta de «nuestros Padres santos pasados», vemos no sólo hechos de un ayer lejano, sino también el esbozo y proyecto providencial de nuestra vida en la Iglesia de hoy.
Los orígenes de la Orden, el título de «Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo», así como las más antiguas y sólidas tradiciones espirituales demuestran la índole mariana y bíblica de nuestra vocación.
En efecto, al elegir a la Virgen María por madre y patrona de la Orden, vemos en su vida interior y unión con el misterio de Cristo un modelo admirable de nuestra consagración religiosa.
Entre los venerables personajes bíblicos, rendimos culto especial al profeta Elías, que contempla al Dios vivo y se abrasa en celo de su gloria, como al inspirador del Carmelo, y consideramos su carisma profético como ideal de nuestro llamamiento a la escucha y proclamación de la Palabra de Dios.
Encontramos esta forma de vida originaria en la regla de san Alberto de Jerusalén, cuyas prescripciones principales se nos proponen como norma de conducta:
Vivir en obsequio de Jesucristo y servirle con corazón puro y buena conciencia, esperando de solo Él la salvación.
Meditar continuamente la ley del Señor, cultivando la lectura divina y fortaleciendo el alma con pensamientos santos, a fin de que la Palabra de Dios nos pueble los labios y el corazón con toda su riqueza y todo se realice por la misma palabra del Señor.
Celebrar en común la sagrada liturgia.
Ponernos las armas que Dios nos da, vivir con mayor hondura la fe, la esperanza y la caridad.
Renovar la comunión con la fraterna solicitud por la observancia comunitaria, con la comunicación de todos los bienes.
Cultivar la oración asidua en un ambiente de soledad, silencio y vigilancia evangélica.
Proceder en todo, pero especialmente en las obras supererogatorias, con la discreción, ya que ella regula la práctica de la virtud.
CARISMA TERESIANO
El origen de nuestra familia en el Carmelo y el sentido más profundo de nuestra vocación están estrechamente vinculados a la vida espiritual y al carisma de santa Teresa, bajo cuyo influjo concibió ella el propósito de renovar la Orden, orientándola por completo hacia la oración y sometiéndola fielmente al Evangelio y a la Regla «primitiva», organizándola sobre la base de pocos miembros y éstos escogidos a la manera del pequeño rebaño evangélico y fundándola en estrechura, oración y estricta pobreza.
Este proyecto renovador se va desarrollando y adquiere unas líneas más definidas a lo largo de sucesivas experiencias, merced a las cuales la santa Madre profundiza y experimenta de algún modo la vida, los sufrimientos y el nuevo desgarro de la «unidad» de la Iglesia. Teresa, con este doloroso panorama ante los ojos, propone a la nueva familia del Carmelo un objetivo apostólico, de suerte que la oración y la vida entera de la comunidad se ordenen al servicio de la Iglesia.
La santa Madre quiso marcar su Obra con una forma y estilo peculiares de vida: fomentando las virtudes sociales y valores humanos, cultivando la alegría y suavidad de la vida fraterna en un cordial ambiente de familia, inculcando la dignidad de la persona humana y la nobleza de alma, elogiando y promoviendo la formación de los religiosos jóvenes, el estudio y el cultivo de las «letras», ordenando la comunidad a una más profunda vida teologal y acomodando estas prácticas al ministerio apostólico, alentando la comunión entre las distintas casas y la amistad evangélica entre las personas Constituciones O.C.D # 10).
Explicación: