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1. Proteger y preservar la fuente de la salud humana: la naturaleza
Las economías son producto de sociedades humanas saludables, que a su vez dependen del medio ambiente natural, la fuente original de todo el aire, agua y alimentos limpios. Las presiones humanas, desde la deforestación, hasta las prácticas agrícolas intensivas y contaminantes y el manejo inseguro y el consumo de vida silvestre, socavan estos servicios. También aumentan el riesgo de enfermedades infecciosas emergentes en humanos, más del 60% de las
2. Invertir en servicios esenciales, desde agua y saneamiento hasta energía limpia en instalaciones sanitarias
En todo el mundo, miles de millones de personas carecen de acceso a los servicios más básicos que se requieren para proteger su salud, ya sea de COVID-19 o de cualquier otro riesgo. Las instalaciones de lavado de manos son esenciales para la prevención de la transmisión de enfermedades infecciosas, pero un 40% de los hogares no las tienen.
3. Asegurar una transición energética rápida y saludable.
Actualmente, más de siete millones de personas al año mueren por exposición a la contaminación del aire, 1 de cada 8 las muertes en el mundo. Más del 90% de las personas respiran aire exterior con niveles de contaminación que exceden los valores de referencia de calidad de aire. Dos tercios de esta exposición a la contaminación exterior son el resultado de la quema de los mismos combustibles fósiles que impulsan el cambio climático.
4.Promover sistemas alimentarios saludables y sostenibles.
Las enfermedades causadas por la falta de acceso a los alimentos o por el consumo de dietas poco saludables y altas en calorías son ahora la principal causa de problemas de salud a nivel mundial. También aumentan la vulnerabilidad a otros riesgos: afecciones como la obesidad y la diabetes se encuentran entre los principales factores de riesgo de enfermedad y muerte por COVID-19. La agricultura, particularmente la destrucción de tierras para criar ganado contribuye aproximadamente un cuarto de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, y el cambio en el uso de la tierra es el principal impulsor ambiental de los nuevos brotes de enfermedades.
5. Construir ciudades saludables y habitables.
Más de la mitad de la población mundial ahora vive en ciudades que son responsables de más del 60% de la actividad económica y las emisiones de gases de efecto invernadero. Como las urbes tienen densidades de población relativamente altas y están saturadas de tráfico, muchos viajes se pueden realizar de manera más eficiente en transporte público, a pie y en bicicleta, que en automóviles privados. Esto también trae importantes beneficios para la salud al reducir la contaminación del aire, las lesiones causadas por el tránsito y las más de tres millones de muertes anuales por inactividad física.
6. Dejar de usar el dinero público para financiar la contaminación
El daño económico del COVID-19, debido las medidas necesaria para su control, es muy real y ejercerá una gran presión sobre las finanzas del gobierno. La reforma financiera será inevitable para recuperarse de COVID-19, y un buen lugar para comenzar es con los subsidios a los combustibles fósiles