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Con el título de Apuntes sobre la verruga peruana redactó Carrión una minuciosa monografía que comprende los siguientes acápites: sinonimia; definición; etiología; síntomas; primer período; segundo período; invasión; dolores; fiebre; pulso; orina; tercer período; erupción; cuarto período; diagnóstico y tratamiento. Incluye además, como casuística, nueve historias clínicas.
En este estudio Carrión demuestra que conocía en detalles la evolución de la entidad en sus cuatro períodos y establecía como unidad nosológica las dos fases de la enfermedad; la febril, con toda su sintomatología y la eruptiva o de verruga. Valoró certeramente sus complicaciones, especialmente la anemia grave, y llama la atención su opinión concerniente al pronóstico.
Y puesto que admitía en la enfermedad sus dos formas clínicas, de fiebre de la Oroya y de verruga peruana, se dispuso demostrar su hipótesis, que era también la de muchos médicos peruanos, en su propia persona con la autoinoculación de la enfermedad.
Con ese fin, cuenta el doctor Leonardo Villar, jefe de clínica, que en varias ocasiones Carrión trató de que le realizaran la inoculación en su servicio del Hospital "Dos de Mayo", aunque siempre habían podido hacerlo desistir de su empeño, pero, el 27 de agosto de 1885, a las 10 de la mañana, se presentó en la sala Nuestra Señora de las Mercedes, perteneciente al servicio del doctor Villar y trató de hacerse la autoinoculación alegando que "suceda lo que sucediere, no importa, quiero inocularme"