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El libro primero lleva por título “Nuestro planeta y su fluido vital”, el segundo lo dedica Flammarion a “La luz y los fenómenos ópticos del aire” e incluye unos grabados espectaculares. El libro tercero ofrece un exhaustivo estudio de la temperatura. Tras introducir el concepto de calor, plantea un recorrido por las características termométricas de las 4 estaciones del año y dedica también un capítulo a las montañas. El libro cuarto está dedicado al viento, está dividido en 5 capítulos y en el último de ellos se habla de trombas marinas y tornados. El libro quinto es el dedicado al agua, las nubes y las lluvias, para concluir Flammarion su obra con un último libro –el sexto- dedicado a la electricidad, las tormentas y el rayo.
Las detalladas crónicas de Flammarion sobre los más diversos episodios meteorológicos de la época, nos permiten conocer de primera mano cómo se comportó el clima durante los últimos coletazos de la Pequeña Edad de Hielo, en particular la crudeza de alguno de los inviernos más fríos de los que se tiene noticia.
Flammarion recopiló información sobre los inviernos más rigurosos de los siglos XVIII y XIX; aquellos –según sus palabras– “cuyo frío es bastante intenso y prolongado para congelar algunas secciones de grandes ríos (...); para solidificar el vino, para destruir los tejidos de ciertos árboles y para producir graves consecuencias en el reino vegetal, lo mismo que en el animal.” Da cuenta, por ejemplo, del crudísimo invierno de 1788-89 en el que numerosos ríos europeos, como el Rhin, el Elba, el Tiber, el Ródano, el Garona o el Támesis, se congelaron total o parcialmente.