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La obra de Manuel de Samaniego, uno de los últimos representantes de la escuela quiteña, marca la transición de la colonial Real Audiencia de Quito hacia la vida independiente como parte de la nueva Gran Colombia a principios del siglo XIX. Sus obras, con temática religiosa pero con una perspectiva delineada por el mestizaje, decoran iglesias y conventos de Ecuador, incluyendo la Catedral de Quito. Admirador de los grandes maestros europeos, Samaniego escribió un “Tratado de pintura”, un documento que recopiló técnicas, elementos y piezas que formaron la producción artística regional hasta entonces.
Víctor Mideiros ha sido descrito como naturalista con tendencias impresionistas y elementos simbólicos. Nacido en San Antonio de Ibarra, El estudió medicina y arte en Quito. Cuando el presidente de Ecuador, Alfredo Baquerizo Moreno, descubrió su talento a finales de la década de 1910, El fue nombrado embajador de Ecuador en Italia. Esto le permitió estudiar a los grandes maestros y perfeccionar su técnica durante su estadía en Roma. En su obra encontramos tanto piezas religiosas–el pintor afirmaba que pintaba con la “paleta de Dios” porque utilizaba los siete colores del arcoíris– como pinturas costumbristas protagonizadas por paisajes andinos e indígenas.
Nacido en Francia de padres ecuatorianos, Manuel Rendón Seminario siempre mantuvo una estrecha relación con la patria de sus padres, a donde se mudó a los 24 años. A Rendón Seminario se le atribuye la importación del constructivismo a Ecuador y América del Sur, en conjunto con el uruguayo Joaquín Torres García. Sus obras destacan por su paleta terrosa y cálida, con la que se permitió experimentar en un estilo moderno y revolucionario. Sus exposiciones en Guayaquil y Quito, en 1937 y 1939 respectivamente, tuvieron una gran influencia en los pintores de la época.
Figura clave de realismo social en Ecuador, la activista y pintora Alba Calderón decía que su mejor modelo era el pueblo. Esto la llevó a poner figuras pasadas por alto–mujeres, campesinos, obreros–en el corazón de su obra, reivindicando las labores cotidianas en un espacio pictórico basado en la observación y una perspectiva decididamente femenina. Además de la pintura, Calderón también luchó por los derechos de las mujeres. Tristemente, gran parte de su obra fue destruida o extraviada durante la dictadura militar en los años 60.
Nacida en Berlín, Trude Sojka hizo de Ecuador su hogar durante las últimas seis décadas de su vida, convirtiéndolo en el gran protagonista de su extraordinaria obra. Sojka, quien sobrevivió al Holocausto, llegó a Guayaquil en busca de su hermano, su único familiar que no fue internado en un campo de concentración. Con el paso del tiempo, su obra pasó de reflejar el dolor de sus experiencias previas a un profundo amor y admiración por la cultura visual de los pueblos originarios, dando vida a una mezcla única entre tradición y vanguardia, marcada por influencias expresionistas.
Originaria de Guayaquil, Araceli Gilbert inició su educación artística en la Academia de Bellas Artes de Santiago de Chile a los 23 años. La historiadora Jacqueline Barnitz la describió como “la madre de la pintura formalista abstracta en el Ecuador”, y es considerada la primera ecuatoriana en formar parte de la corriente constructivista. Gilbert se apegó a una estética geométrica cuando la corriente indigenista era la dominante en la escena ecuatoriana; sin embargo, los vibrantes colores de su tierra natal siempre estuvieron presentes en su obra. En 1989, el gobierno le otorgó el Premio Nacional de Cultura Eugenio Espejo.
Considerado uno de los pintores ecuatorianos más importantes del siglo XX, Oswaldo Guayasamín dedicó su carrera a explorar temas como la división de clases, la opresión política y la pobreza. Un ávido defensor de los pueblos indígenas, usó su trabajo para darle voz a los oprimidos–a pesar de que esto lo convirtió en una figura controvertida ante el gran éxito comercial que alcanzó en vida. Su trabajo se ha expuesto en instituciones de talla mundial como el Museo Hermitage de San Petersburgo y el Museo de Arte Moderno de París.
Originario de Bucay, Gonzalo se sintió atraído por la pintura y la escultura desde que era pequeño. Influenciado por las artesanías y la geografía ecuatorianas–en especial, la de la cultura shuar–, este pintor concibió un estilo inundado de color y que hace de la luz un pilar en la narrativa de cada pieza. Por su sutil forma de combinar realidad y fantasía, ha sido considerado uno de los mejores pintores ecuatorianos del siglo XX, y sus obras han sido equiparadas a los grandes relatos del realismo mágico literario.