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Los partidos políticos son organizaciones que cumplen la función política de representar e integrar diversos intereses de la sociedad. Tienen la particularidad de que, a diferencia de otras organizaciones que también representan intereses sociales, los partidos políticos aspiran a participar en eleccionesi. Al respecto, el politólogo italiano Giovanni Sartori precisa que un partido político es “cualquier grupo político identificado por una etiqueta oficial que presenta en elecciones (libres o no) candidatos a cargos públicos”ii. Nótese en esta definición que lo distintivo de un partido político es participar en elecciones y la posibilidad de impulsar candidatos a cargos de elección popular.
La mayoría de los autores contemporáneos coinciden con ese elemento distintivo o singular de los partidos políticos. Por ejemplo, otro politólogo italiano señala que la actividad clave de los partidos políticos es la “participación en elecciones competitivas con el fin de que sus candidatos accedan a los cargos políticos representativos”iii. Asimismo, el profesor español Oñate, basado en LaPalombara y Weiner, considera que uno de los principales elementos de los partidos es la “búsqueda del apoyo popular normalmente a través de procesos electorales, esto es, mediante la presentación de candidatos a comicios para ocupar cargos públicos”iv.
Sin embargo estas definiciones presentan algunas limitaciones. Si lo que define a los partidos políticos es la presentación de candidatos a cargos públicos y su participación en elecciones se estaría dejando por “(…) fuera a los partidos políticos de los sistemas no competitivos o semi-competitivos [democracias electorales] y a los partidos proscritos”v. Surge entonces la duda ¿pueden existir partidos políticos que no participen en elecciones? La respuesta es afirmativa: sí hay partidos políticos que por diversas razones (por ejemplo prohibición en un régimen no pluralista) no participan en elecciones, no obstante, sí aspiran (cuando se lo permitan) a que sus postulados obtengan cargos públicos.
Diversos autores han señalado que los partidos políticos tienen otros elementos importantes de destacar más allá de la competencia electoral, como el tener una “organización formal, de carácter estable y permanente, y territorialmente extendida”, un “programa de gobierno con los objetivos a alcanzar, por mínimo y abstracto que sea” y el “objetivo de alcanzar y ejercer el poder político o de compartirlo, no conformándose con influir en el proceso de toma de decisiones”vi.
Con esta misma orientación el autor Cotarelo subraya que un partido político es “toda asociación voluntaria perdurable en el tiempo, dotada de un programa de gobierno de la sociedad en su conjunto, que canaliza determinados intereses sectoriales (…) y que aspira a ejercer el poder político o a participar enél, mediante su presentación reiterada a los procesos electorales, si bien este último rango no tiene por qué ser inexcusable”vii.
Estas definiciones que agregan otras funciones y objetivos a la dimensión electoral de los partidos políticos también traen consigo algunas limitaciones. Por ejemplo, pareciera exigirse que los partidos políticos -para poder serlo- deben ser perdurables en el tiempo y ser organizaciones estables, pero, lo cierto es que hay partidos de existencia temporal, efímera o coyuntural. Además el requisito de tener un programa de gobierno es un elemento que hasta hace muy poco pareciera generalizase como obligatorio en las democracias contemporáneas.
En el debate de ¿qué es entonces lo singular y lo mínimo que caracteriza a los partidos políticos?, parece oportuna la definición que propone Álvaro Artiga, quien señala que estas entidades de representación son:
“aquellas organizaciones políticas de carácter regional o nacional –permanentes o temporales- que, cuando se les permite, presentan candidatos a puestos de elección pública para obtener cuotas de poder que les posibiliten incidir en el funcionamiento del sistema político de acuerdo a los intereses que representan”viii.