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Luis Alberto Miguel Hurtado Cruchaga, venerado por la Iglesia católica como san Alberto Hurtado (Viña del Mar, 12 de abril de 1901-Santiago, 18 de agosto de 1952), fue un abogado, legislador y sacerdote jesuita chileno. Fue popularmente conocido por ser el fundador del Hogar de Cristo. Es considerado el patrono de los trabajadores en Chile, de la Facultad de Derecho de su casa de estudios (Pontificia Universidad Católica de Chile), de la Federación de Estudiantes de Ingeniería Química de la UCA y de la Pastoral Universitaria de Mendoza en Argentina.
Nombre de nacimiento
Luis Alberto Miguel Hurtado Cruchaga
Nacimiento
22 de enero de 1901
Viña del Mar, Chile
Fallecimiento
18 de agosto de 1952
(51 años)
Santiago, Chile
Causa de muerte
Cáncer de páncreas
Sepultura
Chile Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacionalidad
chilena
Religión
Católico
Padres
Alberto Hurtado Larraín
Ana Cruchaga Tocornal
Educación
Educado en
Pontificia Universidad Católica de Chile
Tesis doctoral
Trabajo a domicilio (1923)
Información profesional
Ocupación
Jesuita, sacerdote católico, abogado, periodista, sindicalista, profesor universitario, escritor
Cargos ocupados
Apóstol Ver y modificar los datos en Wikidata
Información religiosa
Beatificación
16 de octubre de 1994 por Juan Pablo II
Canonización
23 de octubre de 2005 por Benedicto XVI
Festividad
18 de agosto
Venerado en
Iglesia católica
Patronazgo
Niños pobres, trabajadores sociales, Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile, FEUCA, Universidad Católica Cecilio Acosta[1]
Empleador
Pontificia Universidad Católica de Chile Ver y modificar los datos en Wikidata
Obras notables
Anexo:Bibliografía de Alberto Hurtado Ver y modificar los datos en Wikidata
Partido político
Cross Santiago.svg Partido Conservador
Orden religiosa
Compañía de Jesús
Su fiesta se celebra el 18 de agosto. Fue beatificado por Juan Pablo II el 16 de octubre de 1994 y posteriormente canonizado por Benedicto XVI en la plaza de San Pedro (Ciudad del Vaticano) el 23 de octubre de 2005, convirtiéndose en la segunda persona nacida en Chile —tras santa Teresa de Los Andes
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Respuesta:
--En su homilía durante la celebración eucarística, el Santo Padre definió a San Alberto Hurtado como «un verdadero contemplativo en la acción». ¿De que modo particular se plasma a su juicio en la vida de San Alberto Hurtado la inseparabilidad y continuidad permanente que existe entre oración y acción?
--Cardenal Medina: He tratado de leer escritos de San Alberto Hurtado y me parece que de esos escritos y de los testimonios de las personas que lo conocieron bastante de cerca, se desprende que en él todo nace de una profunda intimidad con Dios. San Alberto Hurtado fue un hombre de oración; nunca dejaba de rezar el santo Rosario antes de entregarse al sueño, ni la oración prolongada --según el modelo de la oración jesuita-- en las mañanas antes de celebrar la misa y también a lo largo del día, como se lo he oído contar a personas que lo conocieron muy de cerca. Cuando se veía en la necesidad de tomar una decisión o de dar un consejo, para él era imprescindible sumirse antes en la oración, porque la oración lejos de ser un «torcerle la mano» a Dios, para que Él haga lo que uno quiere, es lo contrario: ponerse bajo la luz de Dios, para hacer uno lo que Dios quiere de uno; así lo dice Jesús en el Evangelio, cuando nos enseña el Padrenuestro: «Hágase Tu voluntad en la tierra como en el Cielo».
--La unidad o inseparabilidad entre el amor a Dios y el amor al prójimo fue el tema central de las lecturas y de la homilía en la misa de canonización. ¿De que manera cree usted que esta unidad, de la cual San Alberto Hurtado es un ejemplo a seguir, puede ser malentendida u olvidada? ¿Y cómo cree que el ejemplo de San Alberto Hurtado podría llegar a desvirtuarse?
--Cardenal Medina: Como usted bien dice, el amor a Dios y el amor al prójimo forman una unidad. Se ama a Dios por ser Él quien es; por ser Él de quien todo lo hemos recibido; por ser Él a quien están orientadas nuestras vidas. Y se ama al prójimo, por amor de Dios. No simplemente por una simpatía humana o por una conmiseración filantrópica, sino porque el cristiano ve en el prójimo --sobre todo en el prójimo doliente-- el rostro de Jesucristo. Eso San Alberto Hurtado lo tuvo sumamente claro, cuando comenzó esa tarea de proteger y ayudar a los niños abandonados en los puentes del río Mapocho. El veía en el rostro de cada uno de esos niños el rostro de Jesucristo. Porque se ve el rostro de Cristo en el pobre, por eso es que se le dedica al pobre el respeto, la ayuda, el esfuerzo de educación y de dignificación que corresponde a quien es un miembro sufriente de Cristo.
Explicación:
espero te sirva