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A través del duro cautiverio que vivió Tacna durante casi 50 años, saltó a la palestra desde la profundidad de las arenas del desierto tacneño, desde el frío pico de las montañas de nuestra sierra y desde el ubérrimo valle del Caplina un personaje muy importante y por lo tanto digno de recordarse e identificarlo con Tacna, fue LA MUJER TACNEÑA, ella escribió con letras de sangre y fuego el más hermoso y sublime amor a la patria que se trasmite de generación en generación hasta nuestros días.
Terminada la Batalla del Alto del Alianza, la ciudad de Tacna fue tomada y saqueada; quedó a merced del invasor, sometida a los actos vandálicos y ultrajantes que registra la historia del Perú; le tocó vivir a Tacna un episodio de cautiverio en poder de Chile, que tuvo la consigna de chilenizar al pueblo en 10 años. La población de ese entonces estaba conformada por mujeres, niños, ancianos, y heridos sobrevivientes de la guerra, era una dura realidad que había que enfrentarla y solucionarla; solo quedaba una pequeña esperanza: Bolognesi en el Morro de Arica; pero conforme pasaban los días, esa esperanza se fue esfumando y no quedaba sino empezar a vivir la difícil y amarga realidad.
Los tacneños no eran libres y los intentos del reducido ejército en las afueras de la ciudad fue apagándose poco a poco entre abusos y excesos de las autoridades chilenas. Pero ante la adversidad, fue despertando el león que los tacneños llevan como corazón.
Es así que la mujer tacneña asume su rol protagónico tomando las riendas de la familia primero, siendo madre y maestra de civilidad y volcando todo su trabajo a la resistencia hacia el opresor y a la defensa de la patria lejana; la mujer convirtió su casa en el templo de la patria y al costado de su santo de devoción estaba la bandera roja y blanca para enseñar a su descendencia el amor filial al Perú y a cantar con amor su himno nacional, porque seguían siendo peruanos.
Pasados 17 años de cautiverio, un 31 de enero de 1897 se organizan 184 damas cristianas bajo la protección del párroco José Andía y acogen la corriente de auxilios mutuos que estaba vigente en esa época, dando inicio a la "Sociedad Católica de Instrucción y Auxilios Mutuos de Señoras", cuyos fines cristianos de ayuda mutua fueron el trasfondo ideal para reunirse en su local de la calle Bolívar.
Fue su primera presidenta la maestra y poeta Carolina Vargas de Vargas. A estas valerosas damas les tocó vivir una época difícil que exigía valor, decisión, fidelidad y un gran amor al Perú. Destacan entre sus socias la maestra Zoila Sabel Cáceres, presidenta de la BSAMST en 1947, quien tuvo la osadía de enfrentarse al intendente chileno Antonio Subercaseaux que prohibía el uso del libro de historia y geografía porque atentaba contra el prestigio y los intereses de Chile condicionando a las maestras a obedecer o cerrar las escuelas, ante esta imposición la valiente Zoila responde: "Señor, la historia, como la verdad, es una sola -y ante el exabrupto del intendente prosigue-: y no se acondiciona a la conveniencia de nadie..." Motivo por lo que fue echada de la reunión a la que se sumaron los demás maestros; el Liceo Tacna duró dos meses más y Zoila Sabel Cáceres se vio obligada a abandonar Tacna.
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