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Antes nuestra vida acababa con la puesta de sol. A partir de ese momento apenas podíamos hacer nada. Teníamos que utilizar velas para alumbrarnos, y éramos conscientes del peligro que eso entrañaba. Así que íbamos a dormir pronto y nos levantábamos un poco antes del amanecer para ordeñar a las vacas”. Sin embargo, ahora la existencia de la familia de Zolzaya Bandgait ha dado un vuelco. “Desde hace algo más de un año somos más felices. Podemos cenar más tarde, disfrutar jugando a las cartas, comunicarnos con amigos y familiares, y ver lo que pasa en el mundo”. La diferencia radica en la tecnología. Porque los Zolzaya son nómadas, viven en el desierto del Gobi, y han decidido invertir gran parte de sus ahorros en la instalación de varios aparatos que han reducido notablemente la brecha que los separaba de la calidad de vida de la población urbana.