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La estrecha relación existente entre los temas del "carpe-diem" y de la brevedad de la rosa conduce a menudo a la asimilación de ambos conceptos. La explicación de esta relación se encuentra, como ya ha apuntado Blanca González, en las diferentes interpretaciones que la mitología y la simbología han otorgado a la rosa. Interpretaciones en torno a su nacimiento, al origen de su color púrpura y a su metafórica asociación con las estaciones del año, relacionadas, a su vez, con tres ciclos vitales del ser humano -juventud, madurez y senectud- que nos conducen hasta el topos de la fugacidad de la frescura de la juventud en contraste con la inexorabilidad de la muerte. Se trata, en otras palabras, de la exaltación del goce de la juventud, o primavera, ante la ineluctable llegada de la muerte, o invierno. A través de estas relaciones, se pone de manifiesto cómo la idea que se desprende de los motivos del "carpe-diem" y del «collige virgo rosas" se encuentra en la naturaleza misma. La misión de la lírica, como afirma Blanca González, habría consistido en desarrollar estos temas.
Remontando el tiempo hasta la antigüedad clásica, la figura de Anacreonte (h. 580-h. 495) destaca como exponente importante de la plasmación lírica del tema del "carpe-diem". El poeta griego resume la ideología del tema del modo siguiente: "la muerte es inevitable, con ella termina para nosotros el placer y la belleza de las cosas: la alegría del amor y del vino que ahora gozamos, coronados de rosas, es nuestro único patrimonio, que debemos aprovechar cuanto sea posible" (Ibid.: 18).
Sin embargo, en la poesía helenística aparecen diferentes variantes del tema del "carpe-diem". A este respecto, Blanca González nos pone en guardia sobre la influencia que en esta poesía ejerció la filosofía epicúrea unida al estoicismo de Zenón de Citión. La burla y el escepticismo que reflejan las obras de Nicarco y de Rufino (s. II) se consideran como vestigios de esta influencia en la lírica griega de la era romana.
Los poetas latinos del siglo I a. de J. C. desarrollarán también, aunque con algunas variantes (3), el tema del "carpe-diem". Cuatro siglos más tarde, el poeta galorromano Ausonio recogerá "los últimos destellos del paganismo moribundo y de la lírica clásica" (Ibid.: 35).
Horacio (-69 a -8) es el último de los autores latinos estudiados por Blanca González en su trabajo. A pesar de que cronológicamente le correspondería un lugar anterior, la autora ha querido reservarlo para el final por tratarse del poeta latino que más influencia ha ejercido en las literaturas post-renacentistas. Horacio recoge en sus Odas y Epodos "el sentido de toda la civilización grecolatina acerca de los problemas más universales: la inconstancia de la fortuna, la dulzura del placer, la locura de los hombres, la vanidad del lujo, la felicidad de la vida mediocre, la inutilidad de atesorar, el encanto de la vida campestre, la belleza de la justicia y de la virtud" (Ibid.: 39-40). Durante el Renacimiento europeo y español fueron muchos los adeptos de este poeta latino, en cuya obra, el "carpe-diem" ocupa un lugar de honor.
Durante el siglo XV, el tema de la brevedad de la rosa asociado con el de la fugacidad de la vida no se presenta en la lírica sino de manera esporádica y mitigada, y cuando lo hace, aparece envuelto en un tono ascético de antecedentes bíblicos. La poesía moral del XV no admitirá otro modelo que el ascético y condena, como lo hace la Escritura (4), la exhortación al gozo mediante la expresión de la ideología del "comamos y bebamos, que mañana moriremos".
Esta ausencia de la asociación entre fugacidad de la vida/breve duración de la flor y el tema epicúreo durante el siglo XV se debe, como lo señala Blanca González, al arraigamiento de las ideas ascéticas en la España medieval: hay que aprovechar el tiempo de la vida terrenal, sí, pero como preparación para la vida eterna.
Ya en el siglo XVI, Blanca González apunta en su trabajo la existencia de dos modalidades dentro de la lírica española: una que se comporta como el reflejo de la actitud renacentista en la que "predominan el valor de la belleza y de la vida sobre el de la destrucción" y una modalidad barroca en la que "domina el sentimiento ascético de vieja raigambre medieval y estoica" (Ibid.: 55). Durante este siglo XV, la preponderancia barroca de lo negativo se manifiesta en el "carpe-diem" y en el tema de la brevedad de la rosa mediante el recurso a unos artificios estilísticos con los que se recubre el patrón clásico recuperado durante el Renacimiento, tejiendo así un nuevo modelo del que se desprende la actitud del hombre barroco ante las cosas (5).
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