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A Manuel Choqque una carretera le ha partido el campo por la mitad, pero eso no le ha cortado el espíritu. La vía aún no está terminada, es un sendero de tierra afirmada que se mezcla con el color de sus sembríos: la tierra se está comenzando a remover, la cosecha de tubérculos casi termina y los surcos se entreveran entre tonos marrones y dorados. A Manuel Choqque y a los cerca de 40 agricultores que forman parte del sector Huatata, en Chinchero, les han partido el campo por la mitad. Para que pase el camino, dicen, ese que llevará a los viajeros del nuevo aeropuerto directo a sus hoteles. Mientras tanto, no hay explicaciones, los trabajos están paralizados y los papeles de propiedad le pertenecen a la comunidad que, a su vez, está de manos atadas. Manuel cuenta esta historia reciente, mete la mano a su tierra y levanta una cuantas mashuas que aún le quedan por recoger. Son pequeñas, lo último ya de la temporada, doradas como el sol y probablemente dulces como la miel. Están en las ocho hectáreas que tiene su familia, donde producen además quinua, habas, cebada y avena
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