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Resumen: porfa da coronita
Xd era esto ahi si nose no te explicaste cual era el cuento asi que esto fue lo que encontre si es bueno ya sabes coronaaa!!
José Luis -ocho años de edad- entregó un beso a su mamá y se encaminó hacia la puerta que daba a la calle; a partir de ahí miró a sus 3 hermanitos -el diminuto Andrés que poseía sólo 2 años; Rosa, que ya iba a consumar 4, y Dolores, que, con sus 6 años cumplidos, ayudaba a su mamá en los quehaceres de la vivienda y a lavar la ropa que le llevaban, con lo que su mamá ganaba cualquier dinero que tanta falta les hacía-, les sonrió y les mencionó que dicha noche traería un obsequio para todos ellos.
José Luis se había convertido, a partir de el deceso de su papá acaecida un año atrás, en "el ser humano de la vivienda".
— ¿Lustre, señor?
José Luis, sintiéndose decepcionado, suspiró profundamente mirando al hombre que se alejaba.
Por el apetito que sentía, el diminuto lustrabotas supo que era hora de almorzar. Abrió la caja que tenía dentro sus útiles de trabajo, y, de su interior, sacó un diminuto paquete enroscado en un trozo de hoja de periódico.
El diminuto José Luis estaba pálido, con el rostro desencajado por la malestar.
Dicha mañana se había levantado tan contento pensando en la alegría de sus hermanitos una vez que abrieran sus paquetitos con los regalos que él pensaba llevarles; había pensado en la sonrisa de su mamá una vez que viera el espejo, que ella tanto necesitaba, que él le iba a mercar; se había imaginado -lo había pensado tantas veces- la alegría de todos, sentados cerca de la mesa y sirviéndose sus cantidades de jamón, queso, aceitunas, pan tiernito, latas de refrescos, y una rica torta con frutas, para el postre.
Inició a ordenar las escobillas, latas de betún y paños, en la caja, a medida que pensaba que dicha noche no podría llevar la felicidad que había soñado para su mamá y hermanitas.
Cerró la caja, y una vez que se levantó para irse a su vivienda, escuchó un llanto; miró, y vio a un infante que lloraba desconsoladamente. José Luis, olvidando su propia tristeza, se acercó al diminuto y So notó por un rato: debía tener 5 años de edad y estaba bien vestido.
— ¿Por qué estás llorando?
José Luis miró los zapatos del infante y ha podido verificar que, verdaderamente, estaban sucios, embarrados.
— No llores, infante, que yo voy a limpiar tus zapatos; quedarán brillando como recién comprados.
El infante había dejado de llorar, y miraba sus zapatos que brillaban como nuevos.
— Permanecen mejor que anteriormente, sin embargo yo no traje dinero para costear.
— Sin embargo yo no hice esto para que me pagues, infante; lo hice pues no quería que siguieras llorando.
— Gracias, José Luis.
El infante, feliz con sus zapatos limpios y brillantes, miró al lustrabotas de una forma tan particular, que José Luis sintió una oleada de ternura hacia ese diminuto. Su mamá, que lo quería tanto, comprendería que las cosas no habían marchado bien; referente a sus hermanitos, pensó, bueno, los chicos pobres ya permanecen acostumbrados a padecer y tolerar con resignación sus decepciones...
José Luis contaba un relato de su cosecha a un atento auditorio compuesto por su mamá y los 3 hermanitos que lo escuchaban bastante concentrados.
— ¿Qué es aquello, mamá?
— Esta caja la ha traído un mensajero, y además esta tarjeta que tiene tu nombre escrito; aquí la tienes.
José Luis abrió el sobre y leyó lo cual estaba escrito en la tarjeta:
José Luis abrió la gran caja, ayudado por su mamá y los hermanitos, quienes reían de excitación y alegría. El de la madre, un vestido elegante con dos zapatos y cartera que hacían juego, y, para sorpresa de José Luis, el espejo que él había esperado mercar para su mamá. Había otra caja que además poseía escrito el nombre de su madre, y ella sola la abrió: tenía dentro un bonito mantel, un juego de cubiertos y una vajilla finísima.
José Luis, contento al divisar la felicidad de su familia, abrió la otra caja, aquella que poseía su nombre escrito.
— ¡Mamá, hermanitos, miren esto!
— Madre, ¿cómo es viable que la mamá del infante supiera nuestra dirección, y mandara tantas cosas a el tamaño de todos nosotros?
La mamá, que se había quedado pensativa por un rato, empezó a dialogar:
Tú, mi diminuto José Luis, eres buen hijo y buen hermano; tienes bondad en tu corazón, y, en tu pobreza, tratas continuamente de contribuir a los otros.
— ¿Qué deseas mencionar, mamá?
Ya sé quién es la mamá del infante.
— ¿Quién es ella, mamá?
— Se denomina María, y hace mucho, empero un largo tiempo, algo así como unos 2 mil años, tuvo un hijo, un Infante bonito a Quien puso el nombre de Jesús y que surgió en un pesebre, en la urbe de Belén...