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Estamos acostumbrados a abrir el grifo y que salga agua. Sin preguntarnos más ni plantearnos por qué. Para beber, para ducharnos, para regar las plantas, para lavar la ropa, para llenar piscinas… ¿Sabías que la escasez de agua afecta a más del 40% de la población mundial? Imagina por un momento que abrieras el grifo y no hubiera agua, o que incluso no tuvieras ni grifo en casa. Todo un lujo al alcance de solo unos pocos. En África, dos de cada tres habitantes de zonas rurales no tiene acceso a agua potable y en América Latina y el Caribe, 106 millones de personas no cuentan con saneamiento adecuado. La escasez de agua es un problema real, una cuestión mundial que nos afecta a todos.
Pero ¿qué consecuencias puede acarrear la escasez de agua? Uno de sus principales efectos es la malnutrición infantil, además de la pérdida de cosechas y la inseguridad alimentaria. El consumo de agua no potable puede conllevar enfermedades, incluso algunas de ellas mortales, afectando directamente a la salud de quienes la consumen. Además, en muchos países en desarrollo las mujeres y niñas son las más afectadas, ya que son mayoritariamente ellas quienes se encargan de ir a buscar agua lejos de sus hogares. Este es el caso de Fátima, de Mozambique, que tiene que recorrer 5 km a diario para ir a buscar agua potable.
De media, en países desarrollados usamos unos 350 litros al día por persona, mientras que en muchos de los países en desarrollo utilizan apenas de dos a cinco litros al día por persona. El acceso al agua es un derecho, además de uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en este caso, el sexto: “Garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos”.