• Asignatura: Musica
  • Autor: rojemaro0909
  • hace 1 año

¿Hay pertenencia cultural en el ámbito educativo? Justifica tu respuesta.
Crees que la educación artística debe promover la pertinencia cultural.
Que manifiesta la Unesco de la fase de aprendizaje

Respuestas

Respuesta dada por: anaslarac24
0

Respuesta:

sip

Explicación:LA SANTA

Veintidós años después volví a ver a Margarito Duarte. Apareció de pronto en una de las

callecitas secretas del Trastévere, y me costó trabajo reconocerlo a primera vista por su

castellano difícil y su buen talante de romano antiguo. Tenía el cabello blanco y escaso, y

no le quedaban rastros de la conducta lúgubre y las ropas funerarias de letrado andino

con que había venido a Roma por primera vez, pero en el curso de la conversación fui

rescatándolo poco a poco de las perfidias de sus años y volví a verlo como era: sigiloso,

imprevisible, y de una tenacidad de picapedrero. Antes de la segunda taza de café en

uno de nuestros bares de otros tiempos, me atreví a hacerle la pregunta que me

carcomía por dentro.

— ¿Qué pasó con la santa?

— Ahí está la santa — me contestó—. Esperando.

Sólo el tenor Rafael Ribero Silva y yo podíamos entender la tremenda carga humana de

su respuesta. Conocíamos tanto su drama, que durante años pensé que Margarito Duarte

era el personaje en busca de autor que los novelistas esperamos durante toda una vida,

y si nunca dejé que me encontrara fue porque el final de su historia me parecía

inimaginable.

Había venido a Roma en aquella primavera radiante en que Pío XII padecía una crisis de

hipo que ni las buenas ni las malas artes de médicos y hechiceros habían logrado

remediar. Salía por primera vez de su escarpada aldea del Tolima, en los Andes colombianos, y se le notaba hasta en el modo de dormir. Se presentó una mañana en

nuestro consulado con la maleta de pino lustrado que por la forma y el tamaño parecía el

estuche de un violonchelo, y le planteó al cónsul el motivo sorprendente de su viaje. El

cónsul llamó entonces por teléfono al tenor Rafael Ribero Silva, su compatriota, para que

le consiguiera un cuarto en la pensión donde ambos vivíamos. Así lo conocí.

Margarito Duarte no había pasado de la escuela primaria, pero su vocación por las bellas

letras le había permitido una formación más amplia con la lectura apasionada de cuanto

material impreso encontraba a su alcance. A los dieciocho años, siendo el escribano del

municipio, se casó con una bella muchacha que murió poco después en el parto de la

primera hija. Ésta, más bella aún que la madre, murió de una fiebre esencial a los siete

años. Pero la verdadera historia de Margarito Duarte había empezado seis meses antes

de su llegada a Roma, cuando hubo que mudar el cementerio de su pueblo para construir

una represa.

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