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1 El jardín del paraíso de Hans Christian Andersen MARIA SANZ Hans Christian Andersen ( ), escritor y poeta danés, es el autor de conocidos cuentos de hadas como El patito eo, La sirenita y El abeto. El Jardín del Paraíso es otro cuento surgido de su antasía. No siendo de los más populares, incorporaremos un breve resumen para analizarlo, centrándonos en la resolución del Edipo presente en la historia, tras lo cual lo relacionaremos con ciertos aspectos de su biograía. Jesús González Requena, en su artículo El texto: tres registros y una dimensión 1, sostiene: El precio de la constitución simbólica del sujeto, de su acceso al ser, es, pues, la prohibición del incesto, la prohibición, a partir de un momento dado, de la usión especular con el objeto. Se trata, propiamente, del paso por la castración: el sujeto nace de cierto desgarro, el de la pérdida de la totalidad, el del in de la completitud narcisista. Es posible la constitución simbólica del sujeto, su salida del narcisismo, cuando no hay un tercero que nombre la prohibición del incesto? Esta pregunta será la hipótesis de trabajo a partir de la cual realizaremos el análisis del cuento, tomando como undamentos teóricos los conceptos que en el citado artículo se desarrollan. 1 GONZÁLEZ REQUENA, Jesús: El texto: tres registros y una dimensión, en Trama y Fondo, nº1, Madrid, 1996, p. 27. Comencemos con el resumen de El Jardín del Paraíso 2. Érase una vez un príncipe, hijo de un rey, el cual poseía hermosos libros donde leía cuanto sucede en el mundo, todo sobre pueblos y países, pero nada acerca del lugar donde se hallaba el Paraíso Terrenal. Y éste era el objeto de sus pensamientos. 2 Este resumen se basa en la traducción para la edición impresa de Ed. Labor de FRANCISCO PAYAROLS, Su abuelita, de muy niño, le había contado que las lores del Paraíso eran pasteles, que una lor contenía toda la Historia, otra la Geograía y bastaba con comerse el pastel y se sabía uno la lección. De niño lo había
2 t& 72 María Sanz creído, mas cuando se hizo mayor comprendió que la belleza y magniicencia del Paraíso Terrenal debían ser de otro género. Ay! decía. Por qué se le ocurriría a Eva comer del árbol de la ciencia del bien y del mal? Por qué probó Adán la ruta prohibida? Lo que es yo no lo hubiera hecho, y el mundo jamás habría conocido el pecado. Y así repetía cuando tuvo ya cumplidos diecisiete años. El Paraíso absorbía todos sus pensamientos. Un día se ue solo al bosque. Se hizo de noche y comenzó a diluviar. Caminaba empapado, resbalando y tropezando, se sentía casi al límite de sus uerzas, cuando se encontró delante de una gran cueva iluminada. En su centro ardía una hoguera y allí se encontraba una mujer anciana, pero alta y robusta, cual si se tratase de un hombre disrazado, sentada junto al uego. Le invitó a acercarse y secarse sus ropas. La mujer le dijo que se encontraba en la gruta de los vientos, sus hijos eran los cuatro vientos de la Tierra. La anciana le pareció muy brusca. Ella le dijo que debía ser dura, si quería mantener a sus hijos disciplinados. Para dominarlos, a su orden, no tienen más remedio que meterse en el saco. Y allí se están, sin poder salir, hasta que a ella le da la gana. Fueron llegando sus hijos. El primero el viento del Norte. Vestía calzones y chaqueta de piel de oso. La anciana le preguntó de dónde venía y dónde había estado. Venía de los mares polares y le contó todo lo que había hecho allí. Después llegó el viento de Poniente. Tenía aspecto salvaje. Había estado en las selvas vírgenes y narró todo lo que en ellas hizo. Se presentó luego el viento del Sur, con turbante y una holgada túnica de beduino. Su madre le hizo la misma pregunta que a los otros. Contó que venía de Arica. La historia del viento del Sur no ue del gusto de su madre y le metió en el saco. Mientras el prisionero se revolvía en el suelo llegó el viento de Levante, vestido como un chino. Al verle vestido así su madre se sorprendió pues pensaba que había estado en el Paraíso. El viento le respondió que iría al día siguiente, pues haría cien años que lo visitó por última vez. Y que ahora venía de la China. Tras contar su historia, hablaron del viaje al Paraíso. El viento de Levante le pidió que sacara a su hermano del saco, para que le hablara del Ave Fénix, pues cada vez que va al jardín del Edén, de siglo en siglo, la princesa le pregunta acerca de ella. La anciana aceptó y abrió el saco. El viento del Sur entregó al viento de Levante una hoja de palma para la princesa, se la había dado el Ave Fénix, en ella había escrito con el pico.