En la mayoría de las ciudades, el aire que respiramos no es de muy buena calidad.
Aunque no parece peligroso para la salud, lo cierto es que muchas veces roza los límites
permitidos.
Estamos tan acostumbrados a la contaminación que pasamos por alto un detalle muy
importante: cada vez que respiramos, estamos inhalando sustancias que pueden resultar
nocivas para nuestro organismo.
En algunos países, se han tomado medidas drásticas sobre esta cuestión. ¿No es
el momento de actuar antes de que sea demasiado tarde?
Son muchos los que opinan que poco podemos hacer y que nuestra forma de vida conlleva
estos inconvenientes. ¿No estaremos siendo demasiado permisivos?
En primer lugar, parece indispensable una apuesta por la renovación del transporte público
en las ciudades: mejorar la red de transporte y renovar el parque automotor contribuiría a
reducir la emisión de gases tóxicos. Si seguimos desplazándonos en vehículos obsoletos,
la situación se irá agravando paulatinamente.
Otra medida que está resultando eficaz en muchas ciudades es la de restringir el paso de
vehículos por el centro, donde se producen más atascos y se registran los mayores índices
de contaminación. Incluso podría ser aconsejable adoptar puntualmente alguna medida
tan impopular como la de prohibir la circulación de ciertos vehículos determinados días.
Puede parecer una respuesta extrema, pero ¿acaso no es extrema la situación del aire que
respiramos?
En resumen, debemos tomar medidas urgentes para reducir la presencia de gases tóxicos
en el aire, con el consiguiente beneficio para nuestra salud y para la de todos los seres
vivos que nos rodean.
¿Cuál es la tesis que se defiende en el texto? ¿Qué es lo que pretende?
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