Respuestas
Respuesta:
Siete de mayo.
El día.
Solo que… no podía ser.
No podía ser, claro. Era imposible. Im-po-si-ble.
—Mamá…
—Ahí tienes tus cosas —ella señaló la bolsa y la maleta—. Te he
puesto lo justo, para que no vayas muy cargado. De todas formas, cuando
estés instalado, puedes venir a por el resto.
—¡Mamá, que no voy a irme!
—No es decisión tuya, sino mía.
—Pero…
Hablaba de forma paciente, muy paciente, pero también muy firme.
—Estás despedido, Miguel, ya te lo dije en su día.
—¡No es verdad!
—Sí lo es, y lo sabes. Despedido después del mes legal de advertencia.
Ahora ya está. Se acabó. No diré que haya sido terrible o excesivamente
malo tenerte todos estos años, pero tampoco ha sido lo que se dice un
placer, un lecho de rosas. En fin… tuvimos algunos buenos momentos, que
serán los que recordaré. Sea como sea, siempre seremos tus personas más
allegadas y nos visitaremos.
Mientras hablaba le empujó suavemente hacia el recibidor. Miguel ni
siquiera se dio cuenta, pero de pronto se encontró en el rellano de la
escalera, con la bolsa y la maleta, una en cada mano, y con su madre en
mitad de la puerta que iba a cerrar.
Iba en serio.
Totalmente en serio.
—¿Dónde voy a ir? —exclamó con un hilo de voz.
—No sé, has tenido un mes para buscarte algo. Si no dejaras las cosas
siempre para última hora… Ah, me olvidaba —sacó un sobre del bolsillo
de la bata y se lo tendió—. Son tus referencias.
—¿Mis qué?
—Tus referencias, más una copia de la carta de despido por si la has
perdido y una carta de libertad. Ahí se dice que eres un buen chico aunque
Explicación:
¿No le habían echado, «despedido», como decían todos? ¡Pues se iría!
¡Vaya que sí! ¡Se iría y les demostraría…!
¿Qué?
¿Qué podía demostrar?
El orgullo se le esfumó, estallando como una pompa de jabón en el
silencio de la escalera.
Se guardó el sobre en el bolsillo del pantalón, recogió la bolsa y la
maleta muy abrumado, y como si le pesaran una tonelada cada una, bajó el
primer peldaño, camino de la calle.
El destierro.