Respuestas
Dicen que hace dos siglos allá en tierras de la vieja Italia,
nació un robusto niño del vientre de una humilde campesina,
y su madre Doña Margarita, un nombre escogió para su hijo,
y como Juan le bautizó, y de cariño Juanito le llamaron,
cuantos a su paso conocieron al siempre sonriente chiquillo,
ahí correteando por el patio o saltando sobre el verde pasto,
el pequeño nacido en pobreza desde chico mostró su grandeza,
de corazón noble, juguetón y saltimbanqui, alegría desbordante,
Juanito generoso comparte su pan con aquel que sobrevive,
porque el hambre mora en su pueblo, y la injusticia prevalece sin recelo,
son los pobres fraternos entre pobres mientras los ricos se creen emancipadores,
Juan Bosco no se amilana ante el hecho, y lucha día a día aún en su propio
techo, y encuentra en el estudio y trabajo diario la emancipación anhelada,
y en la oración la fuerza de Dios emanada, para su causa aún no dimensionada.
Tierno adolescente, con pies descalzos camina a la escuela comunitaria,
de vez en cuando, en el camino una espina o piedrecilla su descalcez taladra,
la nieve de invierno no impide su marcha, ni el caluroso verano le espanta,
para él la primavera es eterna cuando el corazón que ama con fuerza late,
y la mente lúcida no divaga, ni se pierde en los colores otoñales,
los dones otorgados por el Creador deben ser multiplicados, y son los jóvenes segregados y desvalidos; perseguidos y malentendidos, por aquellos que se dicen ser correctos y honestos, de la sociedad reflejos, esos jóvenes son quienes de Don Bosco son los predilectos, como ya lo hizo un tal Jesús de Nazareth, con los pobres de su tiempo, el cura campesino de Ibechi, dejó caer las semillas en buen terreno, cuya abundante cosecha en el mundo ya vislumbró en sus sueños.
La alegría marcó su sendero, y por doquier que anduvo sin denuedo,
sus brazos extendidos en cada encuentro para el siempre abrazo fraterno,
una herramienta en sus manos o un libro y un pan para el compartir ameno,
una palabrita al oído, dulzura de San Francisco de Sales aprendido,
nunca estés triste muchacho, porque un santo triste es un triste santo,
aún en la pobreza extrema y el dolor que cala el alma, la alegría nunca es
vana, porque de Dios viene lo que la Providencia provee y el pan nunca falta,
si la Fe se mantiene alta, que, con ayuda de la Auxiliadora, Madre de Dios,
la paciencia todo lo alcanza, y al final del camino solo el amor de Dios basta.