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La imagen de cabecera de este cuaderno virtual, aunque gris, evoca colores: los de la música que sonaba en alguno de los salones bilbaínos a principios del siglo XIX. En esta época el talentoso compositor y violinista Juan Crisóstomo Arriaga sonorizaba junto a otros melómanos profesionales y aficionados, una ciudad, Bilbao, que no ha dejado de amar la música y de practicarla. También realizó este dibujo a pluma, fechado el 20 de Setiembre de 1817 -solo contaba 11 años- en el que incluye unos versos que dedicó a Luisa de Torres-Vildósola, la jovencísima pianista que aparece de frente en la imagen (por cierto, él también nos mira, sin dejar de tocar su violín).
¡Qué pletóricas estaban las musas en aquel entonces!
Y en este presente (y parece que próximo futuro), que unos pocos se empeñan en que sea gris oscuro o negro para muchos, ojala que la buena música, música eterna, coloree nuestro paisaje diario porque, como bien decía Claudio Abbado, destacadísimo director de orquesta e impulsor de la educación musical, “la cultura engendra riqueza económica y no al revés” (me encanta, aunque nada más sea, haber compartido con él fecha de cumpleaños