2) Lee el evangelio, la homilía y realiza tu reflexión.
Evangelio del día:
Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 13-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.
"Vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo"
Es la confesión que hace el Evangelio de Mateo. Decía Unamuno que «nos morimos de frío, no de oscuridad, ya que. La noche no mata, mata el frío». No deben ‘matarnos’ los problemas, las dificultades. Hemos de ser ‘luz’. Mata la falta de calor, de fraternidad, de amistad entre los
hombres y mujeres de nuestro tiempo. Esta carencia nos anula como personas. El diálogo de la amistad ha de volcarse en fraternidad si no queremos que nuestras palabras sean estériles. Sin calor no hay luz. Y para que haya calor cristiano y dominicano será preciso lograr entre todos una vida más fraterna. Santo Domingo da mucha importancia al valor de la familia y de la comunidad.
En la familia y en la comunidad nos percibimos como necesitados y dependientes los unos de los otros. Este gesto de humildad y de sana y equilibrada dependencia nos hace ser luz en el mundo.
En la experiencia de verme necesitado, no autosuficiente, y en la experiencia de percibir que los otros también requieren de mi ayuda encuentro respuesta a lo que estoy haciendo con mi vida.
La predicación cristiana, dominicana, alcance aquí su mayor valor y su mejor aportación al mundo y a la Iglesia, al poner de manifiesto el esfuerzo de buscar con humildad la verdad de Dios y de los hombres y mujeres de cada tiempo y no en convencer por la imposición de la fuerza o la intimidación. He aquí el mensaje de la fraternidad evangélica: la verdad buscada se encuentra en la amistad íntima con Dios; en el valor de la Palabra, sentida y proclamada, cuando ésta no se proclama al margen de los demás, sino que los dignifica porque los tiene en cuenta; y, en la calidad humana de las relaciones interpersonales, entre grupos diferentes de personas, porque ahí surge la luz y la sal evangélicas; calor humano y sazón fraterna para iluminar el camino de la propia vida y la de los demás.
Que santo Domingo, en su Año Jubilar, interceda por nosotros para que su familia refuerce el encuentro contemplativo con Dios; proclame su Palabra; nos ayude a descubrirla en nuestras palabras; y, logre dar testimonio de ella con desprendimiento y gratuidad.
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amén .... así es Jesús no vino a cambiar la ley .. si no a cumplirla a plenitud
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