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Llevamos unos años en los que parece que se nos “entrena” para sacar lo peor de nosotros mismos. Estamos tristes y la sociedad nos “obliga” a ser felices en eso que los expertos denominan “happycracia” y que no hace mejorar nuestro estado precisamente, sino generar más angustia en la búsqueda de esa supuesta felicidad que parece que no llega. Todos queremos ser felices; es más, los hay que incluso están haciendo lo posible para que la felicidad sea un Derecho Fundamental de todo ser humano, lo cual está muy bien, pero parece tan complicado que se podría decir que no tenemos ni idea de cómo ser felices.
Pero, ¿y si te dijésemos que por más que lo intentes, probablemente nunca conseguirás ser plenamente feliz? No lo decimos nosotros, sino nuestra propia biología: el ser humano no está “diseñado” para ser feliz. Utilizamos la felicidad como una idea abstracta sin ningún tipo de base científica; idea que probablemente nadie pudiese describir a la perfección. Para lo que la ciencia sabe que estamos diseñados como especie es para reproducirnos y sobrevivir, y en esos dos procesos entran otras muchas cosas en juego que no tienen precisamente nada que ver con la felicidad.
Plantéatelo de esta manera: si por casualidad te tocara un gran premio en la lotería, ¿crees que todos tus problemas se solucionarían y serías feliz por siempre jamás? Es más que probable que no, porque no solo serías incapaz de “retener” ese estado de euforia durante mucho tiempo, sino que surgirían nuevos problemas. Tu felicidad se dispara durante un muy corto periodo de tiempo, pero luego te adaptas a tu nueva situación, con todo lo que ello conlleva. Los nuevos éxitos atraen nuevos desafíos, y la triste realidad es que puede que nuestros sueños se hagan realidad, pero rara es la vez en la que terminamos siendo más felices que antes de que suceda.
Pero como hemos mencionado anteriormente, podemos echarle la culpa a nuestra propia evolución como especie, que nos da estos sentimientos y sueños de que podemos alcanzar la felicidad plena si cumplimos nuestros objetivos, para luego no darnos su parte del trato. Pero la respuesta científica es simple: a la evolución le importa más bien poco si somos felices, siempre y cuando sigamos sobreviviendo y reproduciéndonos como es debido. Solo con echar un vistazo al diseño de nuestro cerebro, podemos darnos cuenta de qué va la cosa: nuestro lóbulo frontal y sus habilidades analíticas no permite que seamos felices de manera natural. Es más, nuestro propio cerebro utilizaría la felicidad como una “herramienta”, como “incentivo” para que lo hagamos de acuerdo a los intereses de los mejores genes. Pensémoslo desde ese punto: si todos fuésemos capaces de experimentar una felicidad duradera por siempre jamás, pocos de nosotros continuaríamos motivados para superarnos y ser mejores en nuestro día a día, con diferentes tareas; y nuestra especie estaría condenada a desaparecer.
Es más, si piensas en esa gente que conoces que dice “ser feliz”, probablemente coincidan en una cosa: no son de los que se arriesgan para conseguir “más”. ¿Por qué? Porque no lo necesitan, están satisfechos con lo que tienen y no están motivados o se sienten inseguros; suelen estar contentos y se refleja en lo que hacen a a diario. Ese el equilibrio que la Naturaleza pretende que todos tengamos: ser moderadamente felices, en lugar de proporcionarnos felicidad plena y duradera, porque solo serviría para autodestruirnos. El concepto de felicidad evoluciona con nosotros, y ahora es más que un agente motivador, se trata de un mecanismo necesario para poder mantener el equilibrio entre nuestro cuerpo y nuestra mente. Y entre otras cosas, la clave estaría en nuestra edad. Con el paso de los años, tendemos a ver las cosas desde un enfoque más positivo, y gracias al papel que juega nuestra memoria eliminando experiencias negativas, se podría decir que nuestra mente trabaja duro para que solo nos quedemos con lo bueno. Ese positivismo nos repercute a nivel físico, ya que hace disminuir el estrés, mejora nuestro sistema inmune, nuestra salud cardiovascular, hace que consigamos dormir mejor y que estemos más descansados.
Así que, ¿cuál es el propósito real de la felicidad? Como has podido comprobar, no existe una respuesta clara, porque la felicidad no es un fin, sino una herramienta para motivarnos y poder prosperar como especie; y es precisamente esa evolución la que “sacrificará” nuestra felicidad al servicio de otros objetivos que determinen nuestra propia supervivencia. Recuerda: las emociones negativas pueden convivir perfectamente con los pensamientos positivos, y es precisamente esa capacidad de discernir entre diferentes ideas y superarte cada día en lo que haces, aún sin darte cuenta, lo que te hace humano.
me tardé escribiendo:)
pero espero te sirva