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Volver a los orígenes es la recomendación de quienes conocen y estudian la sabiduría ancestral y su legado en muchas vertientes. También en lo relacionado con la obtención, conservación y protección de un recurso tan escaso como vital: el agua. “Yo no he inventado nada, solo devuelvo lo que me enseñaron a mí”. Habla así el doctor Kashyapa Yapa, originario de Sri Lanka y residente en Ecuador desde hace más de 20 años, un tiempo que ha invertido en recorrer Latinoamérica para aprender de sus primeros pobladores. Doctor por la Universidad de Berkeley (California) en Ingeniería Civil, está en Abiyán (Costa de Marfil) para participar en la séptima edición del Foro de la Red de Suministro de Agua Rural (Rural Water Supply Network), que tiene lugar cada cinco años. Esta semana se han dado cita más de 500 expertos en agua y saneamiento con la intención de unir fuerzas para lograr una de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: dotar de agua potable a los 663 millones de personas que carecen de ella de aquí a 2030.
Yapa ha participado en el foro con una ponencia atípica, muy humana, discretamente alejada de los cánones científicos exigidos en un encuentro como este. Nurturing water: ancestral ground water recharging in the Americas es un trabajo con el que pone de relieve su compromiso para revalorar y recuperar las prácticas ancestrales de crianza de agua y promoverlas. El auditorio escucha con atención durante una media hora en la que esboza apenas un breve resumen de su dilatada experiencia estudiando la ingeniería de las civilizaciones prehispánicas, un tema que desarrolla más ampliamente en su libro de descarga gratuita Prácticas ancestrales de crianza de agua.
En un rato de calma, Yapa se reúne con Planeta Futuro para darnos los consejos que, en su opinión, las civilizaciones americanas de hace dos mil años nos daría si tuvieran oportunidad para aprovechar mejor este recurso y optimizar la agricultura. “Todo se resume en escuchar más a la tierra, ocupamos nuestra cabeza con muchas cosas y nos olvidamos de las lecciones de nuestros abuelos, lo que ellos observaban”, asevera. Entonces: ¿qué podemos hacer?
1. Mirar hacia el pasado
Nuestros ancestros priorizarían saber qué pasa con el clima, porque el clima es el que nos trae agua. Algunas veces se demora en llegar, a veces será demasiada… Ellos eran maestros en la gestión de riesgos. Querían saber qué está pasando aunque no estuviera escrito en ningún lado, y por eso sabían que después de la noche viene el sol, que las estaciones se repiten… Conocían los ciclos así que intentaban entender el pasado para conocer el futuro. Analizando el clima podemos anticiparnos a fenómenos meteorológicos y tomar precauciones o sacar más provecho de lo poco que tengamos. Anticipar, además, significa entender la historia. No debemos limitarnos a la observación de los fenómenos durante nuestro tiempo de vida, mi papá, abuelo, bisabuelo… ya venían haciendo ese mismo trabajo en la misma zona, con el mismo tipo de agricultura… Nos sirve esa información también. Son cientos y cientos de años de experiencia que tienen muchísimo valor.
2. Dar el valor justo al exceso de agua
Hay dos fenómenos diferentes: puede que caiga mucha agua o que haya sequía. Pensamos que la sequía es peor pero el exceso de agua es más peligroso porque ocurre de repente y todo se destruye si uno no está preparado. La sequía, sin embargo, es gradual. A ellos les preocupaba más una lluvia demasiado fuerte porque con las sequías se puede ir aprendiendo poco a poco y buscando una solución. Hoy hemos perdido ese enfoque. ¿Y por qué la gente vivía en el desierto si es difícil vivir? Porque con tanto sol, su producción agrícola, si salía, crecía más rápido y en cantidad, más que en una zona lluviosa donde hay más humedad y los cultivos se pudren… En las zonas semiáridas han surgido todas las civilizaciones grandes que hemos conocido. Además no se necesita tanta agua para sembrar, es una equivocación: la ciencia se está dando cuenta recientemente que una planta necesita mucha menos agua para alimentarse de la que creemos.
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