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Respuesta:
La Segunda revolución comunera del Paraguay fue un movimiento de encomenderos en Paraguay, que tomó el término comunero a ejemplo de las Comunidades de Castilla, en lo que podría considerarse el camino a la Independencia.
Explicación:
Primera etapa
En 1721, ante la desobediencia de Balmaceda a las órdenes de García Miranda, la Audiencia de Charcas envió a José de Antequera y Castro como «juez pesquisidor», para investigar las denuncias. Como resultado de la investigación, Antequera y Castro separó a Reyes de Balmaceda por ser acusado y culpable de la revolución comunera.
En 1724, Antequera organizó un ejército para enfrentar a las tropas enviadas contra él, a las que venció. Pero unos meses después, un ejército más poderoso, organizado en las misiones por el gobernador del Río de la Plata, Bruno Mauricio de Zabala, lo obligó a huir a Córdoba, ante la imposibilidad de ofrecer resistencia. Zabala entró en Asunción y nombró gobernador del Paraguay a [[Martín de Barúa
Segunda etapa
Antequera permaneció un tiempo en Córdoba, y luego se presentó ante la Audiencia de Charcas para pedir protección, pero fue hecho prisionero y enviado a Lima, donde se inició un proceso por su actuación en el Paraguay.
Estando en la cárcel, conoció al abogado Fernando de Mompox y Zayas, a quien convenció de sus ideales e intereses. Mompox escapó en 1730 y se dirigió al Paraguay donde se unió a los comuneros, al frente de los cuales luchó por imponer el “poder común”. Fue apresado en 1731 y enviado a Buenos Aires primero y luego a Lima, aunque desde Cuyo logró fugarse al Brasil.
Antequera y Juan de Mena fueron condenados a muerte y ejecutados en 1731. Cuando esta noticia fue conocida en Asunción, los comuneros se alzaron nuevamente y en un encuentro en 1733 en Guayaibity (Pirayú) fue muerto el Gobernador del Paraguay Manuel Agustín de Ruiloba. Desde Buenos Aires tuvo que venir por segunda vez Bruno Mauricio de Zabala, quien venció a los Comuneros en Tavapy en 1735.
omnímodo
1811, fue como un eco lejano de la lucha libertaria, que en todo momento preconizó que el poder
legítimo viene del común, del pueblo por encima de lo real o de la gracia divina.