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Resumen
El profesorado siempre está implicado en un acto político porque la educación nunca será neutra, por eso la relevancia de lo que hace o deja de hacer y la conciencia que tenga de aquello. Cuando no la tiene, se somete al habitus que le impide darse cuenta del vasallaje moral. Vivimos en una sociedad que ha despolitizado lo cotidiano con la consecuente menor implicación en las tareas, razón - por la cual la profesionalidad docente - pasa a ser una artificialidad y nadie asume la responsabilidad de aquello. Asumimos que el profesorado no transformará el sistema escolar mientras siga dentro de un sistema macro que no propicia el cambio social. En consecuencia, nos parece un deber profesional, ético y político buscar líneas de acción orientadas a redefinir el compromiso docente. Proponemos, de acuerdo a Freire, hacer de la escuela un espacio y tiempo sustantivamente político y adjetivamente pedagógico.
Palabras clave: posicionamiento político - profesionalidad docente– buenos-as profesores-as
1. El profesorado como sujeto político
El profesorado siempre está implicado en un acto político sea o no consciente, lo asuma o no, porque la educación nunca será neutra y siempre expresará las ideas de la sociedad (Apple, 1986; Freire, 1990, 2001; Mac Laren,1998; Popkewitz, 1990). No existe el profesorado neutral, por lo que es tan válido lo que hace como lo que no hace o deja de hacer; pero lo que realmente importa es saber si es consciente de lo que hace, por qué lo hace y si conoce los intereses para los que trabaja. “El elemento político de la educación es independiente de la subjetividad del educador; es decir, es independiente de que el educador sea consciente de dicho factor, que jamás es neutral. Una vez que comprende esto, el educador ya no podrá escapar a las ramificaciones políticas” (Freire, 1990:176).
Por una parte, nos interesa el posicionamiento político del profesorado por las implicancias éticas que tiene para el cambio en las maneras de aprender y de enseñar, y por otra, porque lo consideramos la manifestación intencional en la acción de las ideas del profesorado, coherente con el discurso y con el pensamiento que se construye sobre esa relación.
Vivimos en una sociedad que ha despolitizado lo cotidiano con la consecuente menor implicación en las tareas, en virtud de lo cual, la profesionalidad docente pasa a ser una artificialidad y pocos asumen la responsabilidad que conlleva el rol profesional. Por ejemplo, en muchas escuelas se fracciona el conocimiento y se enseña y se aprende sin creatividad ni encantamiento. Peor aún, se simula enseñar y se simula aprender a pesar de las reformas. En consecuencia, nos parece un deber profesional, ético y político buscar líneas de acción orientadas a redefinir el compromiso docente. El peligro radica en que el comportamiento despolitizadose asuma tácitamente y genere una práctica docente inhibidora que los prive del sentido de su propia cultura (López de Maturana, 2010: 112).
Gran parte del profesorado no es consciente que está condicionado para trabajar de un modo determinado y su práctica docente aparece desestructurada y sometida al habitus que le impide darse cuenta que está sometido a estructuras de poder que obnubilan su conciencia. Al no darse cuenta, cae fácilmente en el “vasallaje moral” transformándose en “súbdito” del sistema (Cortina, 2000:23), razón por la cual, no podemos pensar la educación independientemente del poder que la constituye, si lo hacemos, siempre corremos el riesgo de dejarnos domesticar por cualquiera que tenga el poder de someternos con ideologías más fuertes (Freire, 1990; Cortina, 2000).
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Explicación:
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