La condición género da cuenta de los distintos escenarios socio-simbólicos que estructuran las relaciones entre mujeres y hombres o entre lo considerado femenino o masculino, ambos con sus múltiples esencias, en cada contexto cultural e histórico. Esto quiere decir que “las particularidades y roles que definen el “ser hombre” y el “ser mujer” no están naturalmente dadas, sino que constituyen expectativas sociales contextual e históricamente definidas.
Desde el nacimiento, el sujeto adquiere estas expectativas y concepciones hegemónicas acerca de lo masculino y lo femenino, que influyen en su forma de pensar, sentir y actuar. Resulta primordial reflexionar acerca del carácter cultural de estos supuestos a fin de poner en cuestión los estereotipos de género, que hacen creer, por ejemplo, que las niñas necesariamente son sensibles y prolijas en contraposición a los niños, fuertes e impetuosos.
Es concreto resaltar que las relaciones de género se mezclan con otras relaciones sociales como las de clase, etnia, orientación sexual, generacionales, culturales, capacidades funcionales y de fe, conformando así subjetividades y un orden social complejo.
Las relaciones de género poseen como componente y origen común los rasgos patriarcales que aún permanecen en nuestras sociedades. Una característica principal está dada por la existencia de vínculos jerárquicos en la sociedad, donde los hombres (heterosexuales) se favorecen y gozan de privilegios históricos en relación con las mujeres, a los otros hombres (no heterosexuales) y a los sujetos que no se reconocen dentro de este binarismo hombre - mujer.
El orden genérico hegemónico establece un orden binario, conformado por lo masculino/varón en un lado y lo femenino/mujer, en el otro y la condición heterosexual como elemento consubstancial a ambos opuestos. Reconocer como correcto este modelo supone no visibilizar a todos los sujetos que no se sienten identificados entre dichos extremos. Es necesario trabajar desde la deconstrucción de estas jerarquías que diferencian grupos con mayores privilegios que otros, con intención de imponer su voluntad, producto de mandatos históricos, muchas veces difícil de hacerlos conscientes y elementos de reflexión. Una forma de manifestación de las desigualdades relacionales es a través de la violencia de género en la que aparecen la violencia en el contexto familiar, el femicidio, la trata, la homofobia, la lesbofobia, la transfobia, bifobia, el abuso, la violación, entre otras. Todas estas formas violentas de relacionarse se basan en un no reconocimiento del otro como un igual, sujeto de derechos. La violencia aparece cuando no ha primado una relación de respeto y reconocimiento por ese otro. Aquí se hace necesario poder profundizar la cuestión de la diversidad sexual y de género y su reconocimiento pleno.
De esta forma, todas estas situaciones participan del cotidiano escolar, y en la toma de decisiones llegan a constituir auténticos dilemas que requieren y deben ser trabajados con responsabilidad colectiva, un gran compromiso social, y un debate entre el mandato redentor y la opción de no ver.
La perspectiva de género es un enfoque crítico que posibilita problematizar las realidades institucionales (familia, trabajo, escuela) que sostienen un sistema asimétrico entre mujeres y varones y la desvalorización de modelos que se diferencian del mandato dominante heterosexual. Además, nos compromete a desnaturalizar las prácticas socialmente establecidas y a visibilizar las desigualdades de género para avanzar en la igualdad de trato y oportunidades. La escuela, como instancia socializadora, es el ámbito propicio para generar un proceso transformador de las relaciones de género. 1- ¿Hay algunas palabras que ya hayas escuchado y/o leído en algún medio informativo,
en casa, en la escuela, etc.?
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